Perspectiva. 60 segundos de terror que marcaron vidas | El Nuevo Siglo
Foto archivo AFP
Sábado, 11 de Febrero de 2023
Redacción internacional con Naciones Unidas

CUANDO los devastadores terremotos del lunes sacudieron Turquía y Siria, causando la muerte de miles de personas, Olga Borzenkova, portavoz de la agencia de migración de la ONU (OIM), estaba en Gaziantep, una de las zonas más afectadas en el primero de los países. Ella describió su experiencia y la respuesta de emergencia que se está llevando a cabo.

"Como cientos de miles de personas en el sudeste de Turquía, dormía profundamente cuando el mundo empezó a temblar. No sé cómo describirlo a alguien que no haya sentido un terremoto, y mucho menos uno de los mayores jamás registrados en esta región. Es completamente surrealista. El suelo y las paredes temblaban, se doblaban, y mientras bajábamos corriendo los tres pisos hasta la calle nuestro único pensamiento era alejarnos mucho, mucho de los edificios.

Fueron sesenta segundos del peor terror que he sentido nunca. Cuando nos calmamos un poco y nos dimos cuenta de que habíamos sobrevivido al temblor, también nos dimos cuenta de que estaba lloviendo, teníamos frío y sentíamos las piernas como gelatina, como si no formaran parte de nuestro cuerpo. Todo el mundo a nuestro alrededor gritaba.

Nos llevó un tiempo, pero tras la urgencia del segundo terremoto finalmente encontramos un lugar donde refugiarnos, en una escuela. Junto con otros cientos de personas, nos sentamos, nos tumbamos o nos quedamos de pie en la cancha de baloncesto, para avisar a nuestras familias de que estábamos a salvo.

Luego me puse al día en el trabajo y empecé a valorar cómo podía ayudar, cómo podía contarles lo que estaba pasando, cómo rendir homenaje a las maravillosas personas que estaban haciendo todo lo que podían para ayudarme y ayudar a miles como yo.

Pasamos la noche del lunes en un refugio gestionado por el Gobierno. Sentimos algunos temblores, pero era cómodo y teníamos bebidas calientes y algo de comida, además de un lugar donde dormir. Ahora estoy en la oficina, poniéndome al día de todo, incluida la desgarradora noticia de que hemos perdido a un colega. Otros están heridos y han perdido a familiares y, en algunos casos, sus casas. Otros, como un miembro de mi equipo, sobrevivieron de milagro en Hatay.

Es una tristeza indescriptible. Un minuto estábamos durmiendo, y al siguiente formamos parte de una de las mayores catástrofes del planeta.

Grito por dentro, de desesperación, pena y miedo. Pero miro a mis colegas, mis vecinos y mis amigos, que están mucho más afectados que yo, y me inspiran para seguir adelante.

 

Se necesitan refugios

Turquía es, por supuesto, muy propensa a los terremotos y ha creado un mecanismo de respuesta de primera clase. Llevamos más de 30 años trabajando con ellos y son unos socios fenomenales. Pero incluso ellos se verán exigidos por esta situación. Más de un millón de personas que huyeron de la guerra en Siria tienen estatus de protección temporal en la zona más afectada por el terremoto.

Estamos hablando con el Gobierno para ver cuál es la mejor manera de ayudar. En todas las situaciones de este tipo, lo primero que hay que hacer es buscar y rescatar, y sé que están llegando al país equipos de todo el mundo para ayudar.

Por supuesto, habrá grandes necesidades de refugio: miles, quizá cientos de miles de personas se quedarán sin hogar y el tiempo es gélido. Necesitarán un lugar donde dormir a corto plazo. Necesitarán ropa de abrigo, agua, comida, calefacción, traumatismos y lesiones por aplastamiento, y enormes secuelas mentales.

Las comunidades habrán quedado devastadas: las escuelas y los hospitales habrán sufrido daños, los lugares de trabajo habrán desaparecido. La logística de la ayuda será diabólica: habrá que reparar rápidamente carreteras y pistas de aterrizaje. Será una enorme operación de rescate, respuesta y recuperación, y estamos preparados para responder de cualquier forma que nos pida el gobierno, durante el tiempo que sea necesario.



Frío amenaza a supervivientes

En la ciudad turca de Gaziantep, golpeada por el sismo, las temperaturas cayeron el jueves a -5 ºC en la mañana. A pesar del frío, miles de familias, que perdieron su vivienda, no pueden volver a ella o temerosas de nuevas réplicas, viven en vehículos o tiendas improvisadas.

Para mitigar el frío en sus tiendas, los padres pasean con sus hijos en brazos y cubiertos en mantas por las calles de esta ciudad del sureste, cercana al epicentro del sismo.

"Cuando nos sentamos, duele. Me da miedo por la gente atrapada bajo los escombros", dijo Melek Halici, con su hija de dos años en brazos, que observa a los equipos de rescate trabajar durante la noche.

AFP

"Terminaremos yendo a la tienda, pero no quiero", añade la mujer. "No soporto el frío, pero lo soporto más que la idea de volver a nuestro apartamento", explica.

Las autoridades de la ciudad prohibieron a miles de habitantes volver a sus casas, juzgadas todavía demasiado peligrosas por las réplicas que sacuden a diario la región.

Alrededor de la familia Halici, el humo de decenas de hogueras colma el aire de la noche. Supermercados y otros comercios dan a las familias palés de madera para quemar.

Entre los supervivientes, algunos encontraron refugio en casas de vecinos o familiares. Otros dejaron la región. Pero muchos no tienen ningún sitio adonde ir.

Gimnasios, mezquitas, escuelas y otras tiendas los acogen por la noche. Sin embargo, hay pocas camas y miles de personas pasan las noches encajadas dentro de vehículo, con el motor en marcha para dar un poco más de calor.

"No tengo otra opción", reconoce Suleyman Yanik, sentado en su vehículo al lado de un niño que juega con el volante. Su mujer y otro niño duermen en el asiento trasero.

"El olor es terrible, pero no podemos volver a casa", dice.

Burhan Cagdas duerme en su vehículo porque su familia no está "psicológicamente" preparada para volver a su casa.

¿Cuántas noches más pasarán así? Este gerente de restaurante todavía no lo sabe, pero no cree que la familia aguante mucho más.

Muchos refunfuñan de la gestión de las tareas de rescate por parte del gobierno. En una visita el miércoles a la región, el presidente Recep Tayyip Erdogan reconoció "deficiencias", pero insistió que "es imposible estar preparado" ante una catástrofe de esta magnitud.

Entre tanto, cerca de un castillo del siglo VI, muy dañado por el sismo, unas familias desamparadas aseguran que las autoridades no hicieron nada por ellas.

Se construyeron refugios improvisados con lonas y maderas lanzadas por otros. "Al menos podrían habernos dado tiendas", dice Ahmet Huseyin.

"Nuestros niños están congelados", añade este padre de cinco niños, de 40 años. "Tuvimos que quemar los bancos del parque e incluso algunas prendas de los niños. No había nada más", asegura.

Aunque las piedras del castillo penden amenazantes de caer sobre sus refugios, estas familias aseguran que tampoco pueden elegir, porque no tienen coche ni otro cobijo.

Las pérdidas económicas vinculadas al sismo que golpeó estos dos países, cuyas víctimas mortales ascienden con el paso de los días (más de 22 mil hasta este viernes) podrían superar los 2.000 millones de dólares y llegar hasta los 4.000 millones o más, afirmó la agencia de calificación financiera Fitch.

Los dos países tendrán que enfrenarse a "la tragedia humana" pero también a "pérdidas económicas difíciles de estimar, porque la situación está cambiando", subrayó esa agencia calificadora.

Así, entre el duelo por la pérdida de sus familiares, los turcos y sirios sobrevivientes a este inesperado y fuerte ‘rugido’ de la naturaleza viven estos días, mientras en sus mentes ronda la misma pregunta: ¿y ahora qué haremos, donde viviremos? Sesenta segundos de imborrable terror que marcaron sus vidas y derrumbaron sus planes para el futuro. /