ORGULLOSA de su origen y su familia, agradecida con las oportunidades que le ha dado la vida, las que aprovechó motivada por sus mentores, pero sobre todo por el objetivo de servir, el que desde niña le inculcaron sus padres, se manifiesta Liliana Ramírez Gómez, la colombiana y única latina en ser galardonada con el Norman Geshwind de la Academia Estadounidense de Neurología, uno de los más prestigiosos del mundo.
“Soy fruto de la educación pública”, destacó en las entrevistas que días atrás concedió a varios medios de comunicación esta neuróloga paisa, cuya educación primaria, media y universitaria la realizó en Medellín, primero en la I.E. Javiera Londoño del barrio El Salvador, en la Comuna 9 y luego en la Universidad de Antioquia.
Muy consentida por ser la mejor de diez hijos de una familia campesina de Marinilla (donde ella nació) fue desde niña muy inquieta intelectualmente, lo que la llevó a ser una alumna ejemplar y a descubrir su pasión por las ciencias naturales y la biología. Ello, aunada con una vocación que fue creciendo con el paso de los años fue decisivo para escoger su carrera universitaria.
“La medicina fue mi opción porque integraba esas dos cosas que me gustaban, que eran mi pasión”, sostuvo Liliana Ramírez a periodistas de medios nacionales e internacionales que la contactaron para entrevistarla por la importante distinción recibida, sobre la que se expresó “feliz, agradecida, orgullosa y con la que hacemos historia porque seguimos rompiendo el techo de cristal”.
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Cuando en 1998 pisó por primera vez los pasillos de la Universidad de Antioquia, al lograr en su segundo intento un cupo para estudiar medicina, Liliana Ramírez Gómez, tenía el sueño y los temores de cualquier joven que empieza la educación superior. No imaginó entonces que gracias a su pilera, decisión y vocación de servicio se le abrieran tantas puertas, las que hoy la tienen como directora clínica de la División de Trastornos del Hospital General de Massachussets, desde donde impulsa el proyecto que dio pie a su éxito, el Programa Multicultural de Prevención del Alzheimer del Instituto Morgan, del que hace parte la U. de Antioquia, al tiempo que dicta cátedra en la Universidad de Harvard.
La historia de esta neuróloga colombiana es ejemplo y referente de vida, superación, inquietud científica, así como de servicio. Un compromiso que, como ha dicho, “no abandono, pues aunque vivo en Estados Unidos, mantengo mi cooperación con la U. de Antioquia y por ello vuelvo a Colombia, como mínimo dos veces al año. Este diciembre estaré de nuevo en Medellín, no solo para compartir con familia, amigos y compañeros, sino para compartir avances en investigaciones”, aseguró.
Dedicación, esfuerzo, amor y enseñanza –al igual que sus nueve hermanos- recibió de su mamá en casa, de su padre, la valentía y el tesón, sobre todo cuando trabajó en la capital antioqueña como citador de un juzgado en los convulsionados años 80, y del conjunto de esa numerosa familia - como otrora eran las de los paisas- el compañerismo, la fuerza de voluntad y hasta la capacidad para resolver conflictos, esta neuróloga colombiana llegó la U con férreos valores, un deseo insaciable de aprender y el ojo puesto en cómo pondría su capacidad de servicio cuando fuera profesional.
Cursaba tercer semestre de medicina, satisfecha con su crecimiento personal y académico. Fue entonces cuando se le presentó una oportunidad que, sin saberlo, abrió la puerta para convertirse quien es hoy. Rozaba los 19 años cuando decidió ingresar como joven investigadora al Grupo de Neurociencias de la Universidad de Antioquia (GNA), adscrito a la facultad y un referente global en estudios sobre demencia. Liliana Ramírez se sumergió así en la dura realidad que viven los pacientes con Alzheimer y sus familias, encontrando allí la veta para su indeclinable voluntad de servicio.
“Me motivó ver el trabajo que el GNA realiza con las familias que están afectadas con esa enfermedad. Ver la parte humana y el riguroso trabajo que hacen. Ser parte de este grupo realmente influyó en mi destino y en el de todas las personas que pasamos por ahí”, dijo Ramírez en reciente entrevista a la Universidad de Antioquia.
El doctor Francisco Lopera, cabeza del proyecto, se convirtió en el mentor de esta joven, que gracias a su desempeño académico ganó la beca Guillermo Velásquez Tangarife, que consistía en un intercambio con universidades extranjeras. Fue así como Liliana Ramírez terminó estudiando en Harvard (Estados Unidos), donde se le dieron nuevas oportunidades que cambiaron radicalmente su vida personal y profesional.
“Soy la menor de 10 hijos y mis papás, en su momento, no lograban entender lo que significaba hacer un intercambio con la Universidad de Harvard. Mi hermano, que es abogado, les dijo que me iba para la mejor universidad del mundo, que me debían apoyar en esa aventura. ¡Así fue! Ese intercambió me abrió las puertas para lo que se vino después”, recuerda con alegría esta graduada en 2005 como médica en la U. de Antioquia, el primero de los grandes pasos académicos que ha dado.
Fue en ese intercambio donde conoció a un sicólogo que se convirtió en “el amor de su vida” como ella misma lo dice. No estaba en sus planes, pero apareció y quiso postergar ese romance mientras se especializaba como neuróloga, en la U. de Antioquia, como neuróloga. Pero el corazón le pudo y cuando llevaba solo tres semestres de ese estudio, decidió retornar a Estados Unidos y echar raíces con el quien es hoy su esposo y padre de sus dos hijos.
“En mis valores está muy arraigado la familia. En mis sueños no estaba hacer mi vida en los Estados Unidos, pero la vida me trajo acá…Pero no pierdo el contacto presencial, vuelvo a mi país cada que tengo una oportunidad y además sigo trabajando con la U. de A. en proyectos para mejorar la calidad de vida de las personas con Alzheimer”, asegura.
Asentada en Los Ángeles empezó de cero su preparación y en 2013 el Keck School of Medicine de la Universidad del Sur de California le otorgó el título de neuróloga, el segundo gran logro de su formación académica. Pero su imparable de inquietud de aprender y servir la llevó a ‘refilar’ su especialización, dedicándose a la neurología cognitiva y neurología del comportamiento. Simultáneamente trabajaba en un hospital público y tomó otra gran decisión: aplicó para trabajar en la Universidad de Harvard, plaza que por su impecable hoja de vida logró en 2018 y que mantiene.
Con dichas subespecializaciones realiza desde años atrás un trabajo sobre envejecimiento y demencias con poblaciones diversas y desatendidas, especialmente con los latinos residentes en Estados Unidos, combinando exitosamente sus credenciales académicas con su vocación de servicio.
“El trabajo que hago se enfoca mucho en servir a los latinos. Gente que tiene dificultades con el lenguaje y la cultura, porque acá en Estados Unidos hay disparidades en el cuidado que ellos reciben, así como también la hay en el acceso a la investigación, donde ellos no tienen las mismas oportunidades que una persona caucásica. He trabajado para tratar de cerrar esa brecha, que las personas latinas también tengan acceso, participen y se involucren. En Harvard hay muchísima investigación, pero no involucra mucho a los latinos…He querido así demostrar que los latinos contamos y somos importantes”, sostiene Ramírez muy orgullosa por lo que en este aspecto se ha alcanzado.
Fue precisamente esa labor la que le reconoció la Academia Estadounidense de Neurología en cuya acta cita textualmente que le otorga el Norman Geshwind Prize 2023 a Liliana Ramírez Gómez “por su trabajo diligente en envejecimiento y demencia, incluyendo prestar servicios clínicos y coordinar actividades de investigación para poblaciones diversas, desatendidas y marginalizadas, especialmente latinos. Es impresionante y única entre neurólogos especializados en neurología conductual”.
Liliana Ramírez, otro orgullo colombiano, envió un mensaje de motivación a los jóvenes del país: “estudien con pasión, aprovechen las oportunidades, no las dejen pasar. Con esfuerzo y disciplina podemos lograr cosas que a veces no imaginamos...Soy testimonio de ello”.
Sin duda, la ‘neurología conductual’ de esta médica colombiana, más allá de su conocimiento académico, es la vocación de servir a los demás que le inculcaron sus padres. Y como destaca “eso da sentido a mi existencia”.