Tendencias electorales en América Latina | El Nuevo Siglo
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Domingo, 2 de Junio de 2019
Nicolás Liendo*
En seis puntos, como la vuelta de la derecha, la tendencia a gobiernos minoritarios y el aumento de la polarización, se explica qué pasa en la región

 

CUANDO acabe 2019, se habrá cerrado la maratón electoral iniciada en 2018 que llevó a la renovación de la mayoría de las presidencias y legislativos latinoamericanos. En este artículo identifico las principales tendencias electorales en la región.

Primero, Retroceso democrático. Actualmente, producto de las fracasadas revoluciones socialistas lanzadas hace 60 años en Cuba, 40 en Nicaragua, y 20 en Venezuela, se evidencia un marcado retroceso democrático, ya que estos tres países presentan estados claramente autoritarios y engendraron las máximas catástrofes humanitarias y migratorias de la historia regional. En los tres casos, no está claro cómo y cuándo un restablecimiento de la democracia ocurriría. En un segundo escalón de gravedad se encuentran las situaciones en Bolivia y Honduras -donde Evo Morales y Hernández forzaron ilegalmente la constitución para poder aspirar a un mandato consecutivo-, y Guatemala -con una enorme fragilidad institucional-. De acuerdo al Barómetro de las Américas, el apoyo en la región a la democracia ha tocado su punto más bajo desde el 2004, bajando de 66% a 57%. Estos números preocupan de cara a una consolidación de la democracia, así como sobre la posibilidad de que un porcentaje creciente de ciudadanos prefieran atajos populistas que violenten las instituciones democráticas.

Segundo, las elecciones se están realizando en un contexto económico mundial desfavorable. Tres factores se destacan. Una profunda desaceleración en el crecimiento del PIB que comenzó en 2010, pero se acentuó en 2014 y seguirá hasta 2019 por debajo del 2%, según las proyecciones de la CEPAL. Mientras el crecimiento promedio entre 2004-2012 fue superior al 6.5%, entre 2014 y 2018 nunca superó el 1.5%, e incluso en 2015 y 2016 los números fueron negativos. Un elemento esencial que explica el bajón del rendimiento económico, es la caída internacional en el precio de las commodities. El índice de Bloomberg que mide de manera agregada la variación en el precio de las materias primas, muestra un retroceso de 211 en 2009 a 81.6 en 2018. Al haber menor ingreso los gobiernos estatistas se enfrentaron al profundo dilema de cómo financiar el carnaval de subsidios clientelistas implementados. Más recientemente, la guerra comercial de Trump con China es una amenaza para el libre mercado, no solo de los países en vías de desarrollo sino de toda la economía global.

Tercero, en ese doble contexto, América Latina está regresando a la derecha. Luego de que la primera década del siglo XXI estuviera dominada por los gobiernos de izquierda, en 2012 los gobiernos de derecha empezaron a arrebatarle democráticamente el poder. Ricardo Martinelli y Juan Carlos Varela en Panamá, Sebastián Piñera en Chile, Juan Orlando Hernández en Honduras, Pedro Pablo Kuczynski en Perú, Mauricio Macri en Argentina, Jimmy Morales en Guatemala, Iván Duque en Colombia, Mario Abdo Benítez en Paraguay y Jair Bolsonaro en Brasil, han llegado a través de nuevos movimientos y partidos claramente a la derecha del espectro político. En este contexto, la derecha retorna al poder a través de promover la defensa de los valores tradicionales que se oponen a la legalización del aborto y el matrimonio de personas del mismo sexo, así como una economía de mercado y la defensa de las instituciones democráticas corroídas por la corrupción y clientelismo de la izquierda.

Cuarto, la polarización y lo políticamente incorrecto se están tomando las formas de hacer campañas y de gobernar. La polarización en sus justas proporciones es parte natural de la acción política, ya que permite a los votantes diferenciar los modelos de sociedades de los candidatos. Sin embargo, cuando la polarización es llevada a extremos engendra la violencia verbal y luego física, que es el fin de la política. En este sentido, el cambio radical en el modo de hacer campañas electorales con la utilización de las redes sociales, abren la oportunidad para un contacto directo candidato – elector, la micro-segmentación de los mensajes, y diluye la relevancia de actores tradicionalmente intermediarios como los partidos y sus gamonales, así como de los medios masivos de comunicación. Ya en el gobierno, la polarización extrema durante las campañas, donde los adversarios han sido denostados como enemigos políticos, impacta negativamente en la capacidad de conciliar políticas, armar coaliciones de gobierno, y en últimas instancias, en implementar las políticas para lo cual los presidentes fueron escogidos.   

Quinto, en estas elecciones estamos observando que el enojo le está ganando al miedo. Aunque nos quieran hacer creer que los electores escogen mayoritariamente luego de un análisis racional de las propuestas de los candidatos, lo cierto es que crecientemente se observa el rol de las emociones en la elección de los líderes regionales. Y en ese sentido, la ira o el enojo contra los gobernantes o sus delfines parece estar ganando al miedo de elegir un nuevo presidente. Los últimos estudios de psicología política muestran que estos resultados pueden deberse a que el enojo tiende más a producir efectos movilizadores impulsado por el deseo de cambiar la situación existente, mientras que el miedo puede ser un factor inhibidor.

Sexto, se visualiza una creciente novedad partidaria, y gobiernos minoritarios. La mayoría de los sistemas de partidos en América Latina han sufrido un cambio radical en sus actores principales. Son escasos los partidos tradicionales que han sobrevivido. Los nuevos movimientos que han ido surgiendo rara vez logran consolidarse, aunque algunos llegan rápidamente al poder, y luego se desvanecen. Además, los congresos cuentan con cada vez más partidos representados. Si bien esto es positivo en términos de representación de pluralidad de voces, esto afecta la responsabilidad con los votantes, e impacta negativamente en la construcción de coaliciones o gobiernos efectivos. Nuevamente, los datos del Barómetro de las Américas nos informan que la identificación ciudadana con algún partido político se ha reducido del 36% al 26%, su mínimo histórico. De igual modo, la confianza en los partidos como institución democrática está en su punto más bajo con menos del 12%. Si tenemos en cuenta que la democracia liberal es impensable sin partidos, estos datos alertan sobre el presente y futuro de la democracia en la región.

Finalmente, estas tendencias nos permiten afirmar que las sociedades latinoamericanas del siglo XXI son cada vez más complejas, que han progresado económicamente y demandan un estado más eficiente, y lo exigen sin espera –¡ya!-, pero paradójicamente son escépticos de los partidos y medios tradicionales de información, llevando al poder a nuevos gobiernos, pero minoritarios, que en contextos polarizados encuentran grandes dificultades para establecer coaliciones de gobierno efectivas. Ganar elecciones parece haberse vuelto más sencillo, pero gobernar es cada día más complejo, y prepararse para ello es el desafío de los nuevos líderes latinoamericanos.

*Decano de la Escuela de Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Sergio Arboleda