En la conservadora ciudad mexicana de Querétaro, los mitos y leyendas sobre Ronaldinho, su habitante más famoso, son variadas y estrambóticas: dicen que llega siempre tarde a los entrenamientos o que en las discotecas manda requisar los celulares para que no le tomen fotos.
También aseguran que se llevaba muy mal con el anterior técnico, Ignacio Ambriz; que sale a menudo por dos conocidos bares queretanos o, todo lo contrario, que prefiere organizar fiestas en su mansión en el exclusivo fraccionamiento de El Campanario, donde tiene una barra de bar tan grande como su cancha de fútbol playa.
La mitología envuelve al crack brasileño, de 35 años, desde que aterrizó en septiembre por sorpresa en los modestos "Gallos Blancos" de Querétaro (centro), que este jueves disputan el partido de ida de las primeras finales de su historia contra el Santos Laguna.
En esta ciudad colonial, a 200 km de Ciudad de México, muchos dicen saber de "Dinho" pero pocos conocen a ciencia cierta su día a día.
Aunque su vida nocturna ha dado que hablar tanto en Brasil -celebró sus 32 años con una fiesta que duró cinco días en un exclusivo hotel de Rio de Janeiro- como en Barcelona, el delantero ha mantenido un perfil aparentemente bajo en México.
Su casa es su refugio, el espacio donde convive con su hermano y manager, Roberto de Assis, y donde congrega a la mayoría de sus amigos, que van y vienen de Brasil.
"Él vive muy alegre. Con música, sus amigos y su hermano es la persona más feliz. No necesita mucho para divertirse", explica el presidente del club y artífice de su fichaje, Arturo Villanueva.
De hecho, en el club de golf de El Campanario les sorprende que el excampeón del Mundo en 2002 y Balón de Oro en 2005 no haya ido ni un solo día a disfrutar de las completas instalaciones.
"Sólo vino una vez su hermano para preguntar precios y él ni se bajó de la camioneta a saludar", explica a la AFP una trabajadora del club, que siente como un desaire la ausencia del jugador en este "resort" que pide 24.000 dólares a cada nuevo socio.
- Con vino rosado pero sin propina -
Pero en el Rinconcito, un bar popular donde transmiten todos los partidos de los "Gallos Blancos" y los camareros son miembros de las barras, su dueño Daniel Pérez aún recuerda con emoción el día en que Ronaldinho entró y se tomó unas limonadas y unos tacos con unos amigos.
"Es un chico muy humilde, tranquilo, nada alzador ni payaso", rememora este fanático de 41 años, que decidió enmarcar la camiseta firmada del brasileño al lado de la barra del bar.
En el elegante restaurante de mariscos Yellow Fish han tenido el gusto de atenderlo al menos en cinco ocasiones y le describen como una persona discreta y amable que se despide hasta con abrazos y no niega un autógrafo a nadie.
"Dinho" acostumbra a ir a comer días antes de los partidos con un grupo reducido de unas cinco personas y suele pedirse platos sencillos como huachinango (pescado) a la talla aunque, a veces, se atreve hasta con los picosos aguachiles, que marina con vino rosado.
Sin embargo, la mediática estrella -que se calcula que cobra unos 2 millones de dólares por temporada- no tiene por costumbre dejar propina.
"No se si en Brasil no se estila pero, cuando llega, en verdad nadie lo quiere atender", bromea un camarero del restaurante que, en cambio, presume de la foto que se tomó con el jugador la última vez que comió en el local.