La capital del país supera los 8 millones de personas y crece en 100.000 habitantes cada año
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Diez de las 20 localidades de Bogotá: Suba, Bosa, Engativá, Kennedy, Fontibón, Tunjuelito, Ciudad Bolívar, Rafael Uribe Uribe, Usaquén y Usme, tienen una afectación directa por la ocurrencia de inundaciones por desbordamiento en el Distrito Capital, afirma el Instituto de Gestión de Riesgo y Cambio Climático (Indiger).
“El crecimiento desordenado de Bogotá es comparable a una mancha de petróleo. Desde la década de los 50, las decisiones relacionadas con el crecimiento de la ciudad se han enfocado mayoritariamente en el desarrollo periférico de la capital extendiéndola sobre invaluables recursos rurales porque priman los factores económicos sobre los ambientales.
Ese proceso afecta la calidad de vida de las personas”; la frase es de Alex Pérez, Director del Programa Arquitectura y uno de los autores del libro “Calidad del Hábitat, planificación y producción habitacional en sectores de bajos ingresos económicos”, que será presentado durante la Feria Internacional del Libro de Bogotá 2018.
El libro permite revisar cómo ha sido la evolución de Bogotá en los últimos 50 años. Además permite ver cómo algunas de las localidades que hoy están en los costados o salidas de la capital eran pueblos o municipios vecinos donde se cultivaba la tierra.
“Entender cómo estos territorios poco a poco se fueron adhiriendo a la ciudad y hoy son localidades gigantes con miles de habitantes, es quizás uno de los procesos complejos de mayor relevancia para comprender la ciudad Latinoamericana. Cada una de las localidades analizadas expone realidades de las que podemos aprender para luego desarrollar una planificación urbana basada en la experiencia, y aportar así a los grandes retos que tiene la administración distrital y los profesionales en urbanismo, porque la lógica de la supervivencia no se alineó con la prioridad de la calidad de vida en las comunidades”, agrega Pérez.
La investigación identifica cómo se transforma en el tiempo la ciudad caracterizando las acciones y sus reacciones urbanas, así como los impactos en la ciudad; y centra el análisis puntual en cinco localidades de Bogotá, con diferentes características. Además una importante relación, la necesidad de fijarse en la ciudad en busca de oportunidades, incluso poniendo en riesgo la vida pasando por encima de la lógica de la naturaleza, la física del territorio, el medio ambiente y las normas básicas de planeación que se transforman a partir de las necesidades latentes de sus comunidades. Las localidades analizadas son Engativá, Kennedy, Bosa, Usme y Puente Aranda.
El libro presenta un modelo para valorar los impactos de la planificación y la producción habitacional en la calidad del hábitat, así como la evolución de las políticas públicas urbanas y el desarrollo de los territorios como estrategias a considerar para una adecuada articulación entre la planificación y la producción del hábitat.
“Cómo situaciones recurrentes entre las localidades estudiadas se pueden resaltar, el papel relevante que asumen las actividades comerciales de barrio como articuladores entre la producción formal e informal del hábitat; los megaproyectos de vivienda y servicios (regionales o metropolitanos) como detonantes de ciclos de producción habitacional que por su velocidad desafían cualquier lógica de planificación urbana, y la lamentable desaparición de los recursos hídricos que conectaban los principales afluentes con el río Tunjuelo y el río Bogotá, los cuales atentan contra la vida de las personas y la calidad de los entornos urbanos” afirma Pérez.
Respecto al siguiente paso de la investigación, Pérez dice que existen otras áreas de Bogotá que pueden tener análisis particulares como Suba y su relación con la reserva ambiental Van der Hammen o Ciudad Bolívar, además de su relación con Soacha, en donde ya se han realizado acercamientos a estos territorios y serán incluidas en la continuidad de la investigación.