Aunque es relativamente nueva y no cumple todavía seis meses, la dirección de Ciudades inteligentes y sostenibles de ProBogotá, una apuesta reciente por estudiar, investigar y proponer soluciones a los desafíos actuales que enfrentan urbes como Bogotá, emitió una serie de recomendaciones de cara a la pospandemia.
Con la intención de convertir en oportunidades los desafíos y fenómenos que hoy por hoy enfrentan las grandes ciudades, tales como el cambio climático, la urbanización acelerada, la globalización, las pandemias e incluso una cuarta revolución industrial, ProBogotá emitió algo así como cuatro grandes lecciones de lo que debe ser una ciudad inteligente para afrontar vigentes y futuras amenazas.
De hecho, buscando responder a la pregunta de: ¿Cómo debería ser la Bogotá de la pospandemia?, la directora de Ciudades Inteligentes de ProBogotá, Manuela Uribe, explicó que las cuatro recomendaciones que se mencionarán a continuación eran asuntos que se venían conversando y que ya estaban en la agenda de la discusión urbana de Bogotá antes de la pandemia; pero el covid evidenció la necesidad de actuar urgentemente en estos aspectos.
“La pandemia nos hizo revisar cómo estamos orientando el diseño y el desarrollo urbano de nuestra capital. La pandemia nos mostró la fragilidad y el riesgo que tiene la ciudad si no atiende de manera urgente estos cuatro puntos para futuras emergencias, futuras pandemias, futuras emergencias relacionadas con la crisis climática o social. Atender estos puntos hará que la ciudad sea más resiliente y adaptable en el futuro”, dijo Manuela Uribe a EL NUEVO SIGLO.
Ahora bien, ¿cuáles son estos puntos que Bogotá deberá atender para prepararse mejor? Aquí van:
1. Bogotá debe seguir siendo una ciudad compacta: la capital colombiana debe continuar con un modelo de ocupación compacto y denso. De acuerdo con la directora Uribe, la densidad en sí misma no probó ser causante de contagios, como algunos lo interpretaron al despuntar la pandemia; incluso hubo epidemiólogos que dijeron que ciudades más densas tendrían más contagios y que, por consiguiente, a razón de eso, las personas serían expulsadas a entornos menos densos. “Y eso no fue así”.
“Se comprobó que ciudades densamente pobladas como Seúl, Tokio y Nueva York respondieron bien a la pandemia. En el caso de Nueva York, específicamente, Manhattan, que es el distrito más densamente poblado, tuvo menores tasas de contagios que otras ciudades con menos densidad de Estados Unidos”, precisó Uribe, quien añadió que pese a todo Bogotá tuvo la posibilidad de financiar servicios y talento humano para responder a la emergencia sanitaria, mejor que ciudades más pequeñas y con menor población.
2. La capital necesita tener una mejor distribución de los servicios de ciudad: de acuerdo con la directora Uribe, Bogotá necesita ser más próxima, policéntrica y mejor equilibrada. “Los colegios, los hospitales y las estaciones de transporte público deben estar mejor distribuidos, así como los centros empresariales y los centros de negocios, para que haya un acceso más fácil y efectivo de los ciudadanos a estos servicios”.
“Esta redistribución aumentará la resiliencia y la adaptación de las comunidades ante otras emergencias que se puedan presentar en el futuro, que impliquen restricciones en la movilidad ya sea total o parcial de la ciudad. Para el caso de Bogotá, todas las localidades deberían estar bien equipadas en estos servicios en un eventual cierre por localidades”, precisó.
3. Bogotá debe aumentar la flexibilidad: una de las cosas que evidenció la pandemia fue la necesidad de tener ciudades con infraestructuras flexibles que puedan mutar en distintos usos dependiendo del contexto. ¿Eso qué significa?
“En la pandemia nosotros vimos cómo algunas áreas de la ciudades que tenían una especialización en el uso del suelo, tales como los centros de negocios y los centros históricos usados para oficinas, sufrieron altos niveles de desalojo durante la pandemia, precisamente por las restricciones a la movilidad y por las oportunidades que nos trajo la digitalización de las actividades cotidianas”, indicó Uribe.
Refirió que en ciudades como Washington (Virginia-EE.UU.) el desalojo de los centros históricos y de negocios fue crítico, llegando a tener un desalojo del 82% de la población que normalmente habitaba el centro durante el día. “Esta es una gran pérdida de valor del potencial de uso del suelo y de las edificaciones de una ciudad”.
“Las edificaciones deberían poder seguir mutando en su uso a lo largo de su vida útil y para eso es importante que tanto desde la normatividad del uso del suelo, como desde los estándares, el código y las leyes que regulan la construcción, las edificaciones puedan usarse para múltiples funciones”, precisó la directora Uribe, quien finalizó diciendo a este respecto que en Bogotá no hubo tal nivel de desalojo como en otras capitales del mundo, en parte a razón de su distribución más dispersa en la ciudad.
- Le puede interesar: Pico y Placa en Bogotá sin cambios en diciembre
4. Fortalecer el espacio público a escala vecinal: justamente la restricción a la movilidad promovió un uso más intensivo del espacio público próximo a las viviendas, y en algunos casos se evidenció cómo áreas verdes residenciales que antes no se usaban, durante la pandemia se ocuparon para hacer actividad física, deportiva, recreativa y de esparcimiento para las mascotas.
“Esto promovió un estrechamiento de los lazos comunitarios; promovió que se desarrollaran actividades económicas y sociales alrededor de estos espacios y promovió que se utilizara más el espacio público, incidiendo en la percepción de seguridad del espacio público a escala barrial. Por eso es clave que de cara a la pospandemia, estos espacios públicos se revaloren, se mejore la calidad de su mobiliario urbano y de su iluminación pública para que continúen siendo espacios de desarrollo social, económico y comunitario”, añadió la directora Uribe.
“Nosotros hacemos parte de un conjunto de organizaciones similares a ProBogotá en ciudades globales como Barcelona Global, Viena Solutions y el Comité de Sidney, y esto te lo digo porque lo que nosotros estamos proponiendo para una ciudad en la pospandemia está validado y hace parte de esa conversación urbana de estándar global. Compartimos lecciones aprendidas en las distintas ciudades y pudimos ver que la pandemia ha tenido efectos similares en capitales mundiales”, dijo Uribe.
¿Qué es una ciudad inteligente?
¿Es Bogotá una ciudad inteligente? ¿Qué necesita para convertirse en una? Para resolver estas preguntas, Manuela Uribe explicó que lo que ProBogotá Región entiende por una ciudad inteligente es aquella que pone en el centro al ciudadano, lo que significa que está al servicio del mismo.
El concepto general es el de una ciudad pensada y orientada en el ser humano. Por poner un ejemplo, frente a los modos de transporte, “en este caso a lo que toda ciudad debe propender es a un equilibrio entre seguridad, eficiencia y calidad de vida, tanto para el peatón como para la persona que maneja el vehículo particular, equilibrando las necesidades de los ciudadanos de moverse en uno y otro medio de transporte. Eso debe dar como resultado una ciudad equitativa en donde, por ejemplo, en materia de transporte, cada quien puede seleccionar el modo de transporte en donde se quiere y puede mover”, dijo a este diario la directora de Ciudades Inteligentes de ProBogotá, Manuela Uribe.
Ahora bien, frente a si la capital colombiana es o no es una ciudad inteligente, lo primero que toca decir es que una urbe entra en esta categoría en la medida en la que mejora sus servicios y la experiencia de los ciudadanos.
“Por lo mismo, es imposible tener una ciudad que sea completamente eficiente y eficaz en la prestación de sus servicios. Algunas tienen unos servicios muy avanzados y otros no tanto y tal es el caso de Bogotá. La capital es competitiva con una buena prestación de servicios públicos en general, algunos mejores que otros”.
Añadió que "Bogotá debe definir laboratorios de ciudad; estos son espacios físicos y controlados donde se flexibiliza la regulación para hacer pruebas piloto de soluciones de tecnologías, innovaciones en la manera de prestar servicios ciudadanos, medición del desempeño de sistemas urbanos o de preferencias y comportamiento ciudadano, iniciativas sociales, entre otras ideas propias de las ciudades inteligentes, que permitan tomar lecciones aprendidas, ajustar los marcos normativos y de gobernanza y diseñar los protocolos correctos y éticos para el uso de los datos antes de poner en marcha un proyecto real o implementar una política pública”, finalizó.