En una tardía travesía, cuando el mundo aún se movía por barco y se comunicaba a través de cartas, llegó al Virreinato de Nueva Granada la primera imprenta. Pero llegó tarde. Comparativamente con países como México, que inauguró el mismo artefacto en 1539, en lo que hoy es Colombia este sistema de impresión arribó a Bogotá 198 años más tarde y dos siglos después de que se fundara la capital.
Pero finalmente llegó por encargo de la Compañía de Jesús en 1737 y con ella, como era de esperarse, tuvo lugar la impresión del primer libro publicado en estas tierras del Nuevo Mundo.
De ahí en adelante, este monstruoso aparato compuesto por tipos metálicos habría de nutrir una extensa tradición académica, periodística y literaria clave en la difusión de aquellas ideas neogranadinas que, un siglo y medio más adelante, le darían pie a la gesta libertadora.
Aunque esa imprenta tuvo una vida corta de apenas 30 años, pues funcionó hasta 1767 (en 1741 la Corona le negó el permiso de uso que había sido otorgado por la Real Audiencia de Santafé), en ella se imprimieron novenarios, hojas sueltas alusivas a la doctrina religiosa y, por supuesto, el primer libro colombiano impreso en tierras andinas, titulado el “Septenario al Corazón doloroso de María Santísima”, publicado un año más tarde de su llegada, en 1738.
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Este es, oficialmente y para cualquier efecto, el libro impreso en el Virreinato de Nueva Granada más antiguo que hoy por hoy tiene la capital. ¡Ojo! El más antiguo impreso en tierras colombianas, pues como bien hizo en referirlo a EL NUEVO SIGLO la subdirectora de Patrimonio del Archivo General de la Nación, Laura Sánchez Alvarado, “en Bogotá hay libros más antiguos, hay incunables del siglo XVI”.
Este librito, que contiene oraciones para siete días consecutivos a la advocación del Corazón doloroso de María, fue financiado por Juan Vicente Ricaurte de Terreros, hijo del Tesorero de la Casa de la Moneda, y tuvo un costo de 525 patacones de a 8 reales. Don Ricaurte de Terreros les donó el dinero a los jesuitas para la impresión del septenario que, además, conserva la ortografía de la época.
De hecho, llama la atención que contiene una suerte de prólogo titulado de la siguiente manera: “Aprovación del Dr. Don Francisco Pérez Manrique, Canónigo Doctoral de esta Santa Iglesia Catedral Metropolitana de Santa Fe en el Nuevo Reyno de Granada”.
Del porqué no es un incunable
Este libro, que ha sido testigo del paso de la historia; que fue testigo de cómo el Virreinato de la Nueva Granada se independizó del yugo español; y que ha visto transcurrir casi tres siglos de historia, 284 años para ser precisos, ¿por qué está mal dicho que a él se refieran como el incunable santafereño?
“Los incunables se refieren a todos aquellos libros que se publicaron antes de 1501. Todo lo que se imprimió antes de ese año es un incunable, antes de la llegada de la imprenta de Gutenberg, de tipos móviles. Estos eran libros que no estaban escritos a mano, pero eran supremamente artesanales, pues cada página se hacía como un sello. Tú cogías el manuscrito y con unos tipos móviles se hacía algo así como un sello. Se cuadraban todas las letras y se imprimían una a una las páginas. Entonces incunable es todo lo impreso en Europa antes de 1501 y todo lo que se imprimió aquí, en las Américas, se publicó con imprenta moderna”, le explicó a EL NUEVO SIGLO la directora del Archivo Histórico de la Universidad del Rosario, María Clara Quiroz.
Por esta razón, el “Septenario al Corazón doloroso de María Santísima” se agrupa hoy bajo la categoría de los “Primeros libros impresos en Colombia”, y de ahí que no deba confundirse con los incunables que, dicho sea paso, hay varios en Bogotá y parece que el más antiguo de ellos es el libro “De oratore ad Quintum Fratrem Libri III” de Marco Tulio Ciserón, impreso en Venecia en 1470 y que reposa también en la Luis Ángel Arango.
“Nuestro archivo tiene 11 incunables y la Luis Ángel Arango debe tener un poco más pero son libros muy escasos porque además de ser muy viejos, eran traídos de Europa, lo que los hacía un bien muy preciado, costoso y escaso. El comercio de libro era mínimo”, puntualizó la directora del archivo rosarista, y quien sobre esos primerísimos libros que se publicaron en el Nuevo Mundo refirió que en un comienzo todos fueron de carácter religioso.
“De lo primero que se imprimió en Colombia nosotros tenemos el Catecismo Muisca que se hizo para los indígenas. Es un libro súper chiquito y lo tenemos nosotros. Pero sí, esas primeras impresiones que se hicieron en la imprenta de los jesuitas fueron de carácter religioso. Novenarios, libros de rezos y tratados de teología. La impresión se destinó solo a ese mundo de lo católico y lo religioso, pero ya más adelante la imprenta patriota de Antonio Nariño (fundada en 1793) sirvió para otras causas”, finalizó diciendo la directora Quiroz.
¿Sí es el primero?
Oficialmente lo es y así lo dejó establecido la historia de las imprentas que está a disposición pero, nuevamente, ¡ojo!, que este es un rompecabezas al que le faltan piezas y “sin duda falta investigar sobre el tema”, como lo refirió la subdirectora del Archivo General.
“Es esperable que podamos tener noticias de estas características que aún están en manos y bibliotecas privadas por descubrir. Hay muchas familias que han preservado libros de estas características que siguen en manos privadas. A la historia de esta imprenta le falta investigación, y antes de su llegada seguramente hubo otras, muy artesanales, que de pronto no produjeron libros encuadernados con sus respectivas tapas, pero sí hojas sueltas impresas. Eso es posible que ocurriera temprano en el Siglo XVIII. Como te digo, falta investigar bastante sobre el tema pero sí el registro nos indica que la imprenta de los jesuitas fue la primera en llegar”, indicó la subdirectora de Patrimonio del Archivo General, quien concluyó diciendo que “las comunidades religiosas fueron la punta de lanza en ese tipo de innovaciones”.
Y lo fue. Conjuntamente con el Septenario, la biblioteca Luis Ángel Arango resguarda otros 88 libros de la categoría de “Primeros libros impresos en Colombia”, que comparten la misma temática religiosa tales como “Explicación de la Bula de la Santa Cruzada”, “Diario de todo lo ocurrido de la expugnación de los fuertes de Bocachica, y sitio de la ciudad de Cartagena de las Indias”, “Tesorero de vivos y limosnero del purgatorio, el Rosario de María Santísima, Madre de Dios y Señora Nuestra”, y que hoy reposan en la calle 11 con cuarta.