Este lunes termina el primer tramo de la tercera legislatura y el proyecto de acto legislativo que establece una reforma política tendrá la última oportunidad de ser aprobado en la plenaria del Senado. Si no sale avante en este cuarto debate, que cierra la primera vuelta de la modificación constitucional, se hundirá.
Desde finales de septiembre, cuando el ministro del Interior radicó –de forma tardía– la iniciativa, se prendieron las alarmas en partidos independientes y de oposición, así como en la academia y centros de estudios especializados, sobre todo porque varios artículos estaban dirigidos a favorecer claramente los intereses de la coalición de gobierno.
En medio de esa prevención, el proyecto comenzó a discutirse y poco a poco se fue depurando en aspectos clave. Fue en la Comisión Primera del Senado en donde más se ajustó el articulado, al punto que distintas bancadas consideraron que la reforma recuperó viabilidad en sus ejes principales: más controles a financiación de campañas, implementación de listas cerradas para las elecciones a Congreso, asambleas y concejos, profundización de mecanismos internos de democracia partidista y fortalecimiento de las autoridades electorales.
Sin embargo, la ponencia para cuarto debate en la plenaria del Senado echó para atrás muchos de esos correctivos, a tal punto que la Misión de Observación Electoral (MOE) advirtió que esos cambios representan un debilitamiento del sistema político y electoral.
Puntualmente alertó que se eliminaron los nuevos requisitos para la adquisición de la personería jurídica y la democracia interna de las organizaciones políticas. Ya no se exigirá un número mínimo de militantes, como tampoco será obligatorio consultar a los afiliados en la toma de decisiones y selección de candidaturas.
Más complicado aún es que la ponencia para cuarto debate establece la figura del transfuguismo partidista como un mecanismo permanente. Incluso, se permite que los miembros de corporaciones públicas puedan cambiar de colectividad una vez por cuatrienio, cuatro meses antes de elecciones y sin renunciar al escaño.
No menos lesivo es que se eliminan los límites de votación máxima para las colectividades que quieran confeccionar coaliciones, contrariando el espíritu inicial de ser un instrumento para que las minorías pudieran tener representación política. También se desmontaron varios controles a financiación de partidos y campañas políticas.
En otras palabras, se desfiguró el proyecto a tal punto que aprobarlo en cuarto debate –quedando cuatro más para el próximo tramo de legislatura– asoma como un salto al vacío, pues no se está depurando ni hace más transparente el sistema político ni el electoral.