La polémica desencadenada el miércoles por la aprobación por parte del Concejo de Cartagena del proyecto de acuerdo "por medio del cual se regulan los bailes sexuales o eróticos en menores de edad en el Distrito de Cartagena", radicado por el concejal Antonio Salim, de Cambio Radical, llegó al Congreso, donde el senador Armando Benedetti, del Partido Social de Unidad Nacional (La U), consideró que se trata de “una decisión anacrónica. La gente no va a dejar de hacer el amor porque alguien prohíba la champeta. Aquí lo que hay que buscar es el control prenatal”.
“Se trata de un proyecto para regular bailes eróticos que sean realizados en los bares de Cartagena y en los colegios”, explicó el cabildante distrital, asegurando que el contacto físico temprano entre niño y niña hace que se despierte el instinto sexual.
“La erotización de niños y niñas se refiere a toda forma de exacerbación del erotismo en estos. Esta se manifiesta en la inculcación de poses, actitudes y modos de comportarse propios del erotismo adulto”, sostuvo Salim, esgrimiendo datos como que en 2014 se presentaron 3.880 embarazos en adolescentes entre los 14 y 17 años, mientras que entre los 10 y 13 años se presentaron embarazos en casi 200 niñas en el mismo año.
Para el Concejal, “el abuso de una situación de dependencia se refiere a aprovechar o tomar ventaja de la inocencia, candidez y dependencia de la niñez, para coaccionar o someter su voluntad en la participación de toda forma de erotización de niños y niñas”.
Por su parte, Benedetti insistió en que más bien el Concejo de Cartagena debería buscar fórmulas para el control prenatal, manifestando que “tampoco me gusta la champeta, aunque confieso que al indagar sobre su origen y su naturaleza, pero especialmente sobre el efecto diabólico, transgresor o simplemente peligroso que le atribuyen, han disminuido las falsas prevenciones estéticas que tenía. Ya puedo oír cualquiera de esas ansiosas descargas sin aturdirme ni inquietarme”.
Benedetti comentó que “hace un tiempo, por ejemplo, el alcalde de Malambo prohibió la champeta en los bailes públicos que se celebrarán en su jurisdicción, por supuesta inducción a la violencia. Y en Cartagena, y lo que es más sorprendente, en Barranquilla, donde el alcalde hace la integración y comunicación con sus súbditos en un bailadero público, los secretarios de Gobierno han cedido a la tentación de ponerle trabas de autoridad a la difusión de la champeta con el pretexto del orden, el espacio público o la contaminación auditiva”.