Por: Pablo Uribe Ruan
LA pantalla es el medio. La gritería, la luz, la bailarina, en últimas, el show, son la esencia. En el medio: Marcelo Tinelli, presentador de Show Match. Pues bien, ese fue el escenario donde se presentaron los tres candidatos la noche del domingo pasado bajo la mirada atenta de tres millos de argentinos. ¿La política "pop" se tomó las elecciones en Argentina?
Esta pregunta es pertinente y más si a través de ella se entienden las nuevas lógicas de la política contemporánea argentina, en la que vale más que los presidenciables cuenten sus intimidades matrimoniales en medio de un show televisivo, que dos horas en un programa de cajón sobre los fondos buitres y la inflación. Macri, Sciolli y Massa saben que un rating de 30 entre chanza y chiste no debe ser desperdiciado.
La sociedad del espectáculo
Tal vez el desarrollo de la campaña electoral en Argentina pueda ser el reflejo intacto de lo que Vargas Llosa denominó "la sociedad del espectáculo", en la que el político está obligado al gesto y a la forma, más que a invocar sus valores e ideas en la esfera pública. Acá sólo cuentan las imágenes, el discurso poco importa.
Argentina quizás es el efecto palpable de esa banalización de la política. O, tal vez, del efecto mundial de la banalización de la cultura, que en fin, es determinada por la comunidad política, aquella que hace parte del juego democrático y está interesada en participar y en elegir a quienes toman las decisiones.
Como se sabe, quienes toman las decisiones son elegidos por los ciudadanos en el marco de una democracia. Alguna vez Sartori dijo que hay democracias de democracias; unas más abiertas, otra más cerradas. Pero esto no permite saber cuándo se está antes un país que se puede llamar "democrático" y cuando no.
Los politólogos se han preguntado cuáles variables se deben presentar en un país para que exista una democracia estable; por supuesto, una democracia entendida en términos restrictivos: el voto, las elecciones. Dentro de esos estudios se destaca la tipología presentada por Robert Dahl sobre regímenes políticos denominada: la poliarquía. Esta tipología, que para muchos se tornó irrelevante como explicación de regímenes democráticos luego de unos años, para otros siguió vigente, en especial porque se basada en dos conceptos: debates público y participación política. Todo país, como tipo ideal de democracia, debía cumplir con estos dos elementos.
En la actualidad el debate público y la participación política en muchos países se presentan en diferentes grados. Hay países con sufragio universal, Cuba, pero sin debate público; o, muchos otros, con debate público, pero sin sufragio, caso Suiza. Los anteriores ejemplos, sin embargo, suelen ser extremos explicativos de la tipología.
Por ello, vale la pena traer a colación algunos casos que equilibran estos dos elementos, por ejemplo, Argentina, que cumple a cierto modo con estas variables. Hay varios candidatos a la presidencia: Mauricio Macri, Daniel Scioli y Segio Massa, y sufragio universal. Y sí, algunos dirán que el debate público está coaptado por una sola corriente, el peronismo, y en parte es cierto, pero se encuentran opciones diferentes como Macri, quien dice está por fuera de las toldas del partido del querido general.
Diferentes orígenes políticos, algo de debate y voto, en ese aspecto se puede decir que Argentina podría cumplir medianamente con los elementos de la tipología de Dahl. En todo caso, más allá de que se cumpla con los anteriores criterios, vale la pena preguntarse. ¿Qué tipo de debate público existe en el país? Es un debate que cautiva al elector por los planteamientos políticos, económicos y sociales de Massa o Macri, o un votante que exige otras condiciones de los candidatos: conocer su vida privada y saber qué tan bromistas suelen ser ante las cámaras.
Según los hechos, todo parece indicar que prefiere lo segundo: la cara límpida del candidato "dicharachero". Y como los candidatos se presentan así, qué más se puede esperar. Una cosa es ser bromista, otra cosa es ser carismático; por lo general van de la mano. Pero parece que en la política contemporánea estos calificativos pierden su sentido, al punto que para ser carismático hay que ser bromista, bien, pero para ser bromista hay que ser un "show man".
Como Tinelli, para citar la alegoría dominical argentina, quien hace más política en su programa que los candidatos a la presidencia en sus campañas. Está tan desprestigiada la imagen del político en el mundo que en vez de hacer política para conseguir votos, hace comedia, y el comediante, quien detenta la simpatía de las masas, es el que termina haciendo política.
La influencia de "Show Match"
En efecto, la noche del domingo pasado en Show Mathch fue una "divina comedia". La frivolidad sirvió como hilo conductor para que los candidatos se desenvolvieran y mostraran qué tan caseros son. La apariencia le ganó a la esencia y el gesto dejó por el piso a las ideas.
Scioli fue el primero en entrar al escenario acompañado de un boxeador, Víctor Rámirez, y un equipo de futsal. Al final de su intervención, luego de una serie de bromas que iban y venían, le preguntaron cómo le decía a su mujer a lo que respondió: mami. Respuesta que generó en el público una gran carcajada, no sólo por la manera como confesó sus intimidades, sino también porque rompió con el estereotipo de ser un tipo de la línea dura del kirchnerismo. Acá dijo mami, no es un rudo seguidor de Néstor, es un ex deportista náutico rumbo a la presidencia. Y, el público se rió, que al final es lo que importa.
Pero Scioli no se robó todas las carcajadas. Su rival, Marcelo Macri, entró pisando fuerte con Converse y camisa por fuera. A pesar de la pinta, las miradas se las llevó su mujer, Juliana Awada, casi 20 años menor que él, y las bicicletas a sus espaldas, que mostraban su gestión en la ciudad de Buenos Aires. De la misma manera que su antecesor confesó que en casa le dice a la bella mujer: negrita. Y también el público explotó; otra carcajada del tamaño del Estadio Monumental de Núñez.
Todo en un espectáculo, sin complejos, sin confidencialidad y lleno de humor. Así se presentaron los candidatos, sin olvidar a Massa que también estuvo en el confesionario, pero no fue tan gestual, tan casero, quizás le faltó esa esencia de sus contrincantes electorales.
La influencia electoral
Según los estrategas de campaña en Argentina, lo de la noche del domingo tuvo mucho más influencia electoral que cualquier cruce en una programa de opinión. Como se ha dicho, para llamar la atención del electorado hay que ser un "show man" en las elecciones presidenciales argentinas. O, por lo menos, eso es que lo que se demostró en el programa de Tinelli.
Para algunos analistas Argentina innova en la manera de hacer política. Pero se les olvida, que los candidatos deberían ser más que "show man", que espectáculo. Scioli, Macri y Massa son o deberían ser ideas y programas de gobierno. El espectáculo déjenlo a Tinelli.
No cabe duda que habrá política en las regiones, pero la imagen que queda calcada por ahora, a cinco meses y medio de las elecciones, es la de "Show Match". Porque la política "pop" se tomó en serio las elecciones, mientras que los electores se tomaron en serio las bromas de los candidatos.
En consecuencia, como dijo Octavio Paz frente a las acciones efímeras de los políticos: "los espectadores viven prendidos a la novedad, no importa cuál sea con tal de que sea nueva". Así sea con la parodia que excita a la gente cuando oyen historias intimas que demuestran que ya hay pocas cosas privadas y que lo público, como la política, es algo frívolo: así, como el programa de Tinelli.