La reciente salida en falso de la senadora de la Alianza Verde, Angélica Lozano, que lanzó palabras de grueso calibre a su colega Gustavo Bolívar sin darse cuenta de que su micrófono estaba abierto cuando en la Comisión Primera del Senado se discutía una proposición para rebajarles el sueldo a los congresistas, además del hecho anecdótico, lo que evidencia es la procesión que lleva por dentro la izquierda política en Colombia.
Aunque la parlamentaria se disculpó con Bolívar y este las aceptó sin darle mayor trascendencia al advertir que fue un “hecho normal que le puede suceder a cualquiera”, de fondo dejó la sensación que ni siquiera en temas que en el pasado han unido a las bancadas de oposición hay consensos maduros.
Y justamente, el tema de los salarios de los congresistas es uno de ellos, pues en la Consulta Anticorrupción de 2018 que lideró la Alianza Verde ese era uno de los puntos puestos a consideración del elector.
Claro, el tema de los senadores Lozano y Bolívar ya quedó superado, pero dejó el sinsabor de que no hay criterios unificados en la bancada de oposición.
No ha sido el único episodio que lo demuestra. Basta recordar las recientes discrepancias entre el senador del Polo Democrático, Jorge Enrique Robledo, y el jefe de la Colombia Humana, Gustavo Petro.
Las diferencias entre ambos son de vieja data, pero se incrementaron en la pasada campaña presidencial por la no adhesión de Robledo a Petro, quien armó toldo aparte y se lanzó a los comicios sin la ayuda del Polo.
El más reciente rifirrafe lo tuvieron hace un par de semana por cuenta de un trino de Robledo a propósito de una mención suya que hizo el periodista Daniel Mendoza, autor de la serie ‘Matarife’.
Robledo lo calificó de “canalla” por “ocultarse detrás de un anónimo”. En la pelea intervinieron desde Petro hasta el concejal Hollman Morris.
Y justamente ha sido el apoyo de Robledo a la alcaldesa Claudia López lo que ha exacerbado las diferencias entre el Polo y la Colombia Humana, pues mientras los primeros defienden su gestión, los segundos se han convertido en sus principales críticos.
Pero las diferencias del sector declarado en oposición han tenido otros episodios que muestran fisuras de vieja data, incluso desde la campaña presidencial de 2018, cuando la hoy alcaldesa, el senador del Polo y el exgobernador Sergio Fajardo conformaron la Coalición Colombia.
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A esa coalición nunca llegó Petro, mientras los demás acordaban quién los representaría. Al final fue Fajardo el candidato y López su compañera de fórmula.
Mientras Petro obtuvo ocho millones de votos y quedó segundo, logrando su curul en Senado y otra para su fórmula Ángela Robledo en la Cámara, Fajardo y López lograron un case de 4,6 millones de votos y una bandera: la lucha contra la corrupción.
Esa bandera le permitió a López llegar al Palacio de Liévano, en la Plaza de Bolívar, y a Fajardo estar desde hace ya dos años en el partidor presidencial para los comicios de 2022.
Pero sus diferencias con Petro siguen siendo su principal talón de Aquiles. No son nuevas, vienen desde las pasadas elecciones cuando el profesor de matemáticas no quiso apoyar al exalcalde de Zipaquirá para la segunda vuelta que ganó Iván Duque. Es una rencilla difícil de superar.
Ni con Estatuto de Oposición
Pero cuando se suponía que la izquierda política podría ejercer su mejor labor legislativa en el Congreso gracias a la entrada en vigencia del Estatuto de Oposición, las cosas no le han salido.
En el Congreso, los partidos de izquierda y que están en contra del gobierno Duque no son mayoría, pero sí una fuerza importante -26 senadores y 23 representantes, de la Alianza Verde, Lista de la Decencia, Colombia Humana, Polo Democrático, Farc y los representantes étnicos-. Con todo, no han logrado encausar su fuerza política para hacerla más efectiva.
Hasta el momento no han logrado sacar adelante ninguna ley de importancia para el país, como tampoco ninguna de las mociones de censura que han promovido: las de los ministros de Hacienda y Transporte.
Paradójicamente, en el caso del entonces ministro de Defensa, Guillermo Botero Nieto, él renunció al cargo tras el debate que impulsó el senador Roy Barreras, que forma parte de la disidencia del Partido de La U.
Es cierto que la oposición política acompañó a Barreras en esa causa, pero la dimisión de Botero fue obra del senador santista.
Tampoco les ha servido esa fuerza parlamentaria para boquear ninguna de las grandes reformas que ha propuesto el Gobierno y si bien, los partidos de izquierda han presentado una ambiciosa agenda de proyectos de ley que buscan derogar varias de las iniciativas que dictó el Gobierno al amparo de la emergencia sanitaria producto de la pandemia de Covid, está por verse cuál de ellas logrará convertirse en norma.
A todo lo anterior se agrega que ni siquiera el Partido Farc ha logrado sintonizarse con sus simpatizantes y mucho menos con el país, pues han sido varias las salidas en falso de sus integrantes en temas tan sensibles como el reclutamiento de menores, el narcotráfico o la reparación de sus víctimas, temas en los que tienen que responder ante la justicia transicional.
Así las cosas, a dos años de los comicios presidenciales y cuando ya hay varios candidatos en el partidor, la izquierda colombiana no da muestras de recuperación, mucho menos de unidad.