Rumbo a cumplir en febrero próximo tres años, la guerra en Ucrania, originada por la invasión rusa a comienzos de 2022, escala cada día más y amenaza internacionalizarse. La última movida son las denuncias tanto de Kiev como de la OTAN y Estados Unidos en torno a que Moscú desplegará tropas de Corea del Norte en la zona en conflicto.
Lo que empezó como un rumor, ahora se da como un hecho, acorde con los pronunciamientos de Occidente y el lenguaje cifrado de Moscú y Pyongyang. Incluso, ayer el secretario general de Naciones Unidas se mostró “muy preocupado” por este grave asunto.
Aunque no se tiene un cálculo preciso sobre cuántos militares del régimen de Kim Jong-Un enviará el gobierno de Vladimir Putin a la región fronteriza rusa de Kursk, se habla de siete mil a diez mil. Sea como sea, la presencia de tropas foráneas cambia la ecuación del conflicto.
Y es que si bien el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ha pedido a la OTAN y otros países occidentales una ayuda militar más tangible, estos han accedido a aumentar aportes económicos e incluso están suministrando arsenal cada vez más potente (incluyendo misiles antiaéreos, drones de última tecnología y aviones de combate). Pero no han contemplado enviar tropas a la zona del conflicto.
Sin embargo, que Putin haya logrado que el régimen norcoreano, con el cual firmó meses atrás un pacto de defensa mutua, enviara contingentes a apoyarlo en la guerra contra Ucrania, podría llevar a que Estados Unidos y la OTAN también evalúen una medida similar, porque la pasividad geopolítica no es una opción. Más aún porque no se sabe si este apoyo de Kim Jong-Un al Kremlin podría tener como contraprestación transferencia de tecnología nuclear al régimen asiático, un problema aún mayor para la seguridad mundial.