El máximo jerarca de la Iglesia Católica calificó ayer de "pecado grave" los intentos de "repeler" a los migrantes y llamó a la "solidaridad", en una oración por aquellos que murieron en el mar o fueron "abandonados en el desierto". "Hay que decirlo claramente: hay quienes trabajan sistemáticamente por todos los medios para repeler a los emigrantes. Y esto, cuando se hace con conciencia y con responsabilidad, es un pecado grave", insistió el papa en su audiencia general semanal en el Vaticano. "También algunos desiertos, por desgracia, se convierten en cementerios de migrantes. A menudo, tampoco aquí se trata de muertes 'naturales'. No. A veces los llevan al desierto y los abandonan allí", agregó. El papa argentino, un ferviente defensor de los migrantes, no mencionó ningún país, pero sus declaraciones pueden interpretarse como una referencia a la actualidad, especialmente en Europa y México. El papa de 87 años volvió a calificar al mar Mediterráneo de "cementerio". "La tragedia es que muchos, la mayoría de estos muertos, podrían haberse salvado", recalcó.