Domingo, 20 años cuidando la barriga a la ceiba del Chicamocha | El Nuevo Siglo
DOMINGO ALMEIDA es un campesino de 62 años que vive enamorado de las ceibas barrigonas y lucha para conservarlas y repoblar zonas.
CDMB
Sábado, 4 de Junio de 2022
Redacción Medio Ambiente

La belleza de la ceiba barrigona sedujo a Domingo Almeida hace unos 20 años. Desde entonces, solo por gusto, se ha dedicado a cuidarla, propagar semillas y llevar turistas a que se deleiten con su “hermosura”.

“Por acá llegó un señor, me pidió que lo acompañara a tomar unas fotos de la ceiba barrigona y cuando la vi me enamoré de ella”, cuenta este hombre de 62 años, labriego de profesión y defensor de oficio de la endémica especie.

“El señor, un abogado ya pensionado, Pedro Ríos, me regaló una cámara y les tomó fotos a los palos, son muy bonitos, al principio no sabía qué eran, me trepaba en ellos y fui descubriendo que eran muy bonitos. Fue entonces cuando decidí cuidarlos y hablar con la gente para que evite que sus cabras se coman los arbustos y las semillas”, señala.


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Y es que, justamente, uno de los grandes problemas que afronta la repoblación de ceibas barrigonas, a decir de Domingo y de la bióloga Ludy Archila Durán, es que buena parte de los arbustos que se plantan se convierten en alimento para los caprinos y a ello se suman otros factores que han hecho que el esfuerzo se pierda en cerca de un 50%.

Por ello mismo, a pesar del trabajo que adelanta la Corporación Autónoma Regional para la Defensa de la Meseta de Bucaramanga (CDMB), y de entidades como Isagen, se considera que este árbol de figura llamativa, en cuya barriga almacena agua, está en peligro de extinción.

La ceiba barrigona crece en sitios inclinados y suelos rocosos. Por tanto, su área de distribución es bastante restringida. De allí que, por lo general, se encuentre en sitios muy secos del cañón del río Chicamocha. Es decir, que su hábitat ecológico son los bosques secos o muy secos.

Por su particularidad y condición endémica, la ceiba barrigona es emblema de Santander. Sus características son poco comunes, pues su tronco es de extraña forma y grueso pero, a su vez, tiene ramas delgadas.

Está ubicado en un lugar único donde crecen otro tipo de plantas que son igualmente únicas. Esto lleva a determinar que todo lo que rodea a este árbol es de una naturaleza especial. En cierto sentido, es mágico. De allí que le denominaran como baobab colombiano o baobab barrigón, por tener similitudes con los baobabs comunes.

Es fundamental para el ecosistema. No perjudica a otras especies y, para los antepasados que habitaban la región, fue de gran utilidad.

Su nombre científico es Cavanillesia chicamochae, lo que da entender que habita en el cañón del Chicamocha.

Plan de conservación

Desde 2015, cuenta la bióloga Ludy Archila Durán, de la Subdirección Territorial y del Jardín Botánico Eloy Valenzuela, quien trabaja en el Cañón del Chicamocha en el Programa de Propagación de Semillas, se formuló el plan de conservación y se empezó con una serie de ensayos.

“Encontramos que tiene una viabilidad de germinación, pero en estos años nos dimos cuenta de que el establecimiento en campo no es tan exitoso porque hay problemas de agua en las zonas del cañón, ya no hay tantos individuos adultos, muchos se mueren, las semillas se pierden a los dos meses. Hacia febrero o marzo colectamos semillas en Pescadero y en Girón para propagarlas, pero muchas se pierden”, dice Ludy, autora de Ensayos de sobrevivencia y crecimiento inicial en parcelas demostrativas de la ceiba barrigona.

Añade que “este año hicimos otro estudio. Estamos montando un experimento, que consiste en someter las semillas a un estrés para ver cuáles sobreviven, a hacer un seguimiento para ver cómo es el riesgo que corren, porque tenemos la experiencia de Isagen, que hizo una siembra grande y solo 50% ha sido exitoso”.

Como parte del plan también está acercarse a la comunidad “para que las cuide, que no dejen que los cabros se coman los arbustos y las semillas”.

En total no se sabe cuántos individuos de ceiba barrigona hay en las escarpadas zonas de Pescadero, en Umpalá, la Mesa de los Santos y demás poblaciones que están ubicadas en el cañón del Chicamocha.

“No tenemos un inventario, pero en 2015 se hizo uno parcial. Planteamos hacer ese diagnóstico aunque requiere mucho desplazamiento porque está en los cañones, es complicado por la topografía. Sabemos que las ceibas adultas se han ido disminuyendo”, dice Ludy.

Explica que “es una especie característica de bosque seco y muy seco. Su fisiología permite que se adapte a esta zona, es de las pocas que se adaptan a estos cañones, atrae fauna y protege el suelo. Genera atracción turística porque es muy bonita, es inclinada. En Girón se habla de hacer el bosque de las barrigonas con senderos turísticos, también hacia Umpalá y en Panachi se han hecho bastantes siembras”.

“Para el suelo es muy importante porque ayuda a evitar la erosión porque tiene raíces grandes, bien ancladas”, indica.

Para propagarla es sencillo, solo se necesita que la semilla esté en buen estado, pero “como trae como una almendrita y los animales se la comen, eso es lo que dificulta la repoblación”.

“Según hemos visto, la población la conoce, la cuida, otras personas recolectan las semillas y tienen sus viveros en la casa, especialmente en Pescadero”, afirma Ludy.

Amor a primera vista

“Soy del cañón del Chicamocha. Llevo a la gente a recoger la semilla, tengo algunos palitos para sembrar, yo quiero que las cabras no se la coman”, dice, por su parte, Domingo.

“Toda la vida las he visto, yo me montaba en ellas pero no sabía qué eran. Ese palo se ve precioso”, explica este campesino que hoy trabaja “en lo que salga” porque “me echaron de la parcela en la que laboraba. Ahora me dedico a oficios varios, como sacar arena o picar leña”.

Sin embargo, lo que le apasiona es “llevar a los muchachos a que vean las ceibas y otros árboles que hay muy lindos. Hay bastantes palitos pero ya están viejos y se están secando, la semilla cae y las cabras se las comen, yo recojo semillas para que la gente las siembre porque no quiero que se acaben las ceibas, sería una gran pérdida”.

“Lo hago por amor. A veces me regalan para la comidita pero no me pagaban, deberían darme algún salario, hablo con la gente para que cuide la ceiba, que no dejen que las cabras se la coman”, dice Domingo.

Añade que “estamos haciendo un vivero de cinco mil palitos para ponerlos en donde no haya” y recuerda que sus caminatas son de tres o cuatro horas para observar las ceibas”, aunque normalmente los turistas “me piden que los lleve a la más cerquita. Yo busco las más bonitas, para que las conozcan”.

Recuerda que “pesamos una ceiba, tenía 250 toneladas, palo mucho lo grueso de barriga, no es que sea alto pero la barriga le crece. Por dentro es lleno de agua, puede llenar una pimpina y cuando una persona lo rompe, toca curarlo”.