Un estudio dirigido por la Universidad Nacional (UNAL) y recientemente publicado en la revista Science Advances, evaluó los devastadores efectos de fuegos cada vez más frecuentes en los bosques de Latinoamérica, a los cuales se les hizo seguimiento por 15 años.
A inicios del siglo XXI, alrededor del 1,1 % de los bosques de América Latina sufrieron un incendio forestal. En 2003 se perdieron casi 8,5 millones de hectáreas, distribuidas así: 4,7 millones en Brasil, 1,4 millones en Bolivia, casi 1 millón en México, 436.000 en Paraguay, y el resto, unos 1,4 millones, entre Guatemala, Venezuela, Honduras, Argentina, Chile, Colombia, Belice, Perú, Nicaragua, Panamá y Guyana y Surinam.
“Durante 15 años les hicimos seguimiento a estos bosques para ver qué trayectoria tomaban desde su afectación por fuego hasta la actualidad (2018). La mitad estos, que solo se quemaron una vez al inicio del siglo, terminaron perdiéndose en pocos años solo con un incendio”.
“Por otro lado, más de la mitad de los bosques que se quemaron al inicio del siglo se volvieron a quemar hasta dos o tres veces más, y en pocos años se convirtieron mayoritariamente en pastos, sabanas y herbazales, lo cual implica que las reservas de carbono se perdieron”.
Así lo explican la profesora Dolors Armenteras, directora del Laboratorio de Ecología del Paisaje y Modelación de Ecosistemas (Ecolmod), del Departamento de Biología de la UNAL Sede Bogotá, y los investigadores Liliana Dávalos, Joan Barreto, Alejandro Miranda, Ángela Hernández, Carlos Zamorano, Tania González, María Meza y Javier Retana.
Los autores del estudio señalan que Argentina, Brasil Chile y Paraguay perdieron bosques rápidamente; en 2004 se registró el 37, 38, 42,5 y 38 % respectivamente.
Entre tanto, en México, Guatemala y Honduras la transformación de los bosques ha sido más paulatina: en 2004 solo el 6, 12 y 9 % respectivamente.
“Realmente una proporción muy baja de los bosques quemados logra mantenerse en pie como bosque en todo el periodo; nuestros análisis muestran que algunos resisten y pueden persistir si solo sufren un incendio, pues aunque se degraden en cierta medida, se pueden recuperar y seguir cumpliendo con su papel esencial de conservar la biodiversidad y la funcionalidad de los ecosistemas”, señala la profesora Armenteras.
Destaca además que “detectamos que en algunos países el fuego puede estar asociado con la conversión a bosques mixtos o plantados, práctica que se debe evaluar cuidadosamente debido a las implicaciones que puede tener en las emisiones de gases y material particulado de la biomasa que se quema en los bosques”.
El estudio revela una devastación a una escala desconocida hasta el momento en toda la región de Latinoamérica que tiene implicaciones no solo en la biomasa vegetal que se pierde y en las emisiones de gases que se emiten, sino que compromete las reservas de carbono de la región y la prestación de servicios a las poblaciones que la habitan.