A medida que crece el deseo de la humanidad por las nuevas tecnologías, también lo hacen las montañas de desechos electrónicos potencialmente tóxicos.
De acuerdo con datos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) y sus asociados, cada año se producen unos 54 millones de toneladas métricas de teléfonos, ordenadores y demás desechos de equipos electrónicos.
Esta cantidad equivale a 7 kilogramos anuales de desechos por cada habitante de la Tierra y se prevé que se duplique de aquí a 2050 si no se toman medidas eficaces, ya que por el momento solamente se recicla el 17% de este tipo de desechos. El resto se arroja a la basura, a menudo para que personas que trabajan en el sector informal, incluidos menores de edad, busquen materiales valiosos en países de renta baja con grave riesgo para su salud.
Para arrojar luz sobre este problema, el Pnuma se ha asociado con la poetisa keniana Beatrice Kariuki en una nueva y convincente serie de vídeos cortos, que explora los riesgos planetarios que plantea la mala gestión de los residuos. El primer vídeo aborda la basura electrónica y Beatrice pregunta: “¿Cuánto más puede soportar nuestro planeta de máquinas que están hechas para estropearse?”.
El Pnuma lidera los esfuerzos mundiales basados en la evidencia científica para frenar la contaminación y los residuos. En su calidad de entidad coordinadora, reúne a los responsables de la toma de decisiones en el marco de los convenios de Basilea, Rotterdam y Estocolmo, con el fin de apoyar los convenios mundiales para reducir la contaminación y los residuos.
En la reunión más reciente, celebrada en junio, se reforzó la cooperación internacional en materia de gestión de residuos electrónicos para garantizar que los países que exportan residuos electrónicos reciban primero el consentimiento informado de los destinatarios.
De este modo se fomenta la transparencia y la rendición de cuentas, que, según demuestran las investigaciones, son los cimientos de una economía circular sostenible en la que se desperdicia menos y se recicla, repara y reutiliza más.
La contaminación y los desechos forman parte de la triple crisis planetaria que incluye la pérdida de naturaleza y biodiversidad y el cambio climático, todo ello impulsado por modalidades insostenibles de consumo y producción.
Para frenar la avalancha de basura, los expertos dicen que todo el mundo puede actuar. Los consumidores pueden comprar menos cosas y reciclar y reutilizar más. Los gobiernos pueden desarrollar sistemas de gestión de residuos electrónicos para recoger y reciclar, extrayendo de forma segura parte de los 62.500 millones de dólares de valor estimado de los materiales desechados. Por último, las empresas pueden construir productos diseñados para durar, no ser sustituidos y ser reutilizados.
Para luchar contra el impacto generalizado de la contaminación en la sociedad, el Pnuma lanzó la campaña #SinContaminación (#BeatPollution), una estrategia de acción rápida, a gran escala y coordinada contra la contaminación del aire, la tierra y el agua. La estrategia destaca el impacto de la contaminación en el cambio climático, la pérdida de naturaleza y biodiversidad y la salud humana. A través de mensajes basados en la evidencia científica, la campaña muestra cómo la transición hacia un planeta sin contaminación es vital para las generaciones venideras.
Según el Pnuma, se generan cerca de 50 millones de toneladas de desechos electrónicos al año. Y la mayoría no pasan por el sistema de reciclaje óptimo para el medio ambiente, lo que puede llegar a afectar a la salud de los humanos.
Estos aparatos son complejos, y en su interior albergan una serie de materiales altamente contaminantes y que en muchas ocasiones van a parar a los lugares más insospechados. Así en los residuos electrónicos encontramos materiales peligrosos como metales pesados: mercurio, plomo, cadmio, plomo, cromo, arsénico o antimonio, los cuales son susceptibles de causar diversos daños para la salud y para el medio ambiente.
En especial, el mercurio produce daños al cerebro y el sistema nervioso, el plomo potencia el deterioro intelectual, ya que tiene efectos perjudiciales en el cerebro y todo el sistema circulatorio; el cadmio, puede producir alteraciones en la reproducción e incluso llegar a provocar infertilidad; y el cromo, está altamente relacionado con afecciones en los huesos y los riñones. Por poner algunos ejemplos, un solo tubo de luz fluorescente puede contaminar 16.000 litros de agua; una batería de níquel-cadmio de las empleadas en telefonía móvil, 50.000 litros de agua; mientras que un televisor puede contaminar hasta 80.000 litros de agua.