Cuando el cielo abre sus puertas para dejar caer la lluvia, sus árboles se pintan de mil colores y retienen cada gota de agua para afrontar la fuerte y extensa sequía. Durante la inclemente época seca, todas sus hojas caen al suelo y sus ramas y troncos quedan totalmente desnudos, dejando ver sólo sus espinas de diversos tamaños y formas.
Se trata del bosque seco tropical, un ecosistema que en Colombia se imponía con fuerza en las regiones del Caribe, los valles geográficos de los ríos Magdalena y Cauca, el valle del Patía, Norte de Santander y Santander y la Orinoquia, en terrenos donde la precipitación no supera los 100 milímetros por mes durante al menos tres meses al año.
Los carretos, guásimos, ceibas, guarumos, cañaguates, trupillos y cedros del bosque seco abundaban en más de nueve millones de hectáreas del país, un dominio que empezó a palidecer durante el siglo pasado debido a la llegada excesiva de las actividades agropecuarias, las urbanizaciones y la deforestación.
El 90% del bosque seco tropical colombiano desapareció por las acciones del hombre. En la actualidad, solo cerca de un millón de hectáreas de este ecosistema sobreviven en fragmentos aislados del Caribe, los valles interandinos y la Orinoquia.
La mayoría de estos relictos están en el Caribe (417.000 hectáreas), aunque tan solo 5,8% se considera maduro y enfrenta serias amenazas por la ampliación de las zonas ganaderas y agrícolas y el desarrollo de la infraestructura vial.
Sin embargo, el Caribe es la única región donde se han declarado figuras de protección nacional para este ecosistema: los Parques Nacionales Naturales de Tayrona, Macuira y Old Providence McBean Lagoon, y los Santuarios de Fauna y Flora Los Colorados y Flamencos.
En la Orinoquia sobreviven más de 312.000 hectáreas de estos bosques alternohídricos, territorios altamente presionados por las actividades agropecuarias que tienden a aumentar la deforestación y la intensificación de la sequía.
En los valles interandinos de los ríos Magdalena, Cauca y Patía y la región de los santanderes, están distribuidas más de 291.000 hectáreas de bosque seco, con árboles maduros en menos del 7,7% del área. La ganadería y los desarrollos industriales como las hidroeléctricas, representan escenarios de alta preocupación.
A pesar de su apoteósica pérdida, una hecatombe ambiental que lo convierte en el ecosistema más amenazado del país, el bosque seco colombiano alberga más de 2.600 especies de plantas, de las cuales cerca de 83 son endémicas para el país, además de 230 de aves y 60 de mamíferos.
“El bosque seco presta servicios fundamentales para las comunidades que lo habitan, como la regulación hídrica, retención de suelos y la captura de carbono. Además, suministra especies de leguminosas forrajeras, ornamentales y frutales importantes para el sustento y el bienestar de los pobladores aledaños a ellos”, afirma Hernando García, director del Instituto Humboldt.
Rescate empresarial
Mantener en pie el poco bosque seco que sobrevive en Colombia no es tarea exclusiva de las autoridades ambientales, el gobierno y las comunidades que lo habitan. El sector empresarial, debido a la presencia en el territorio y la conexión directa que tiene con el ecosistema, juega un papel determinante en su conservación, manejo y uso sostenible.
Ante esto, en 2017 los Ministerios de Ambiente y Agricultura, con el apoyo de la Iniciativa 20x20, convocaron a los delegados del sector público y privado de la Mesa Nacional Asesora de Restauración (MNAR) para elevar la participación del sector empresarial y así restaurar varias zonas del bosque seco tropical.
Con el apoyo del Instituto Humboldt, la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (ANLA), la Asociación Nacional de Empresarios de Colombia (ANDI), el World Resources Institute (WRI), el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) y The Nature Conservancy (TNC), se creó un espacio para dialogar sobre la importancia y contribución del sector empresarial en la gestión y restauración de este bosque, que reunió a cerca de 60 empresas, instituciones y organizaciones.
Este diálogo permitió compartir experiencias aplicadas y generar un espacio entre la ciencia y las políticas y planes empresariales, así como sinergias entre diferentes instituciones, gremios, empresas y organizaciones en torno a ejes como las experiencias y buenas prácticas del sector empresarial alrededor de la restauración en este ecosistema estratégico.
La unión de los sectores público y privado se materializó rápidamente en la publicación “Elevando la acción colectiva empresarial para la gestión integral del bosque seco en Colombia”, que con el apoyo de la plataforma “Biodiversidad y Desarrollo” de la ANDI revela las experiencias que ocho empresas privadas han desarrollado en varias zonas del Caribe y los valles interandinos de los ríos Cauca y Magdalena, donde han logrado restaurar más de 38.000 hectáreas del bosque seco tropical.
Ocho iniciativas
Una de estas iniciativas se desarrolla en una zona de 128 hectáreas ubicada en la zona rural de Neiva, Huila, donde desde 1994, Hocol y luego Ecopetrol aunaron esfuerzos para reverdecer la zona, que hace parte del campo petrolero San Francisco, para así convertirla en la ecorreserva La Tribuna, una de las estrategias de sostenibilidad ambiental más importantes en áreas de producción petrolera.
Cerca de allí, desde 2014, Enel-Emgesa y la Fundación Natura adelantan el proceso de restauración ecológica del bosque seco tropical más grande en Colombia: 11.079 hectáreas distribuidas en los municipios huilenses de Agrado, Garzón, Gigante, Paicol y Tesalia.
Más lejos, en los municipios guajiros de Albania, Barrancas, Hatonuevo, Maicao y Riohacha, Cerrejón consolidó el corredor biológico Wuin-manna, más de 25.000 hectáreas que buscan conectar los bosques secos de la Sierra Nevada de Santa Marta y la Serranía del Perijá.
En los municipios de San Juan Nepomuceno (Bolívar) y Sincelejo (Sucre), que hacen parte de la cuenca Canal del Dique - Montes de María, la empresa Promigas dio marcha a “Conexión Bosque Seco”, una estrategia de conservación como resultado de compensaciones ambientales efectivas.
Al occidente, en los municipios antioqueños de Buriticá y Liborina, la Sociedad Hidroeléctrica Pescadero Ituango, que hace parte de las Empresas Públicas de Medellín (EPM), trabaja en un plan de compensación basado en la compra de predios, procesos de regeneración natural, restauración con especies nativas del bosque seco y conservación de coberturas boscosas.
Entre tanto, los bosques secos de los municipios de Montelíbano, San José de Uré, Puerto Libertador y Planeta Rica, en el departamento de Córdoba, tienen como aliado estratégico a la empresa minera Cerro Matoso - South32.
La Autopista Conexión vial Pacífico 2, a cargo de Concesión La Pintada, es un proyecto de infraestructura que abarca zonas de los municipios antioqueños de La Pintada, Valparaíso, Támesis, Jericó, Fredonia, Tarso y Venecia. Para su construcción, la concesión está comprometida a realizar compensaciones ambientales como reposiciones por aprovechamiento forestal, levantamientos de veda regional, restauración y rehabilitación de áreas para las epífitas, programas de educación y capacitación ambiental, restauración y recuperación de los corredores biológicos y pasos de fauna asociados a la vía.
La empresa ISA Intercolombia tiene a su cargo la construcción de la “Línea de transmisión a 500 Kv - circuito sencillo Bolívar, Copey, Ocaña-Primavera y obras asociadas”, obra que para su desarrollo debe cumplir con acciones de compensación forestal derivadas de la licencia ambiental otorgada. Una de ellas es la rehabilitación ecológica de áreas intervenidas en el Santuario de Flora y Fauna Los Colorados, ubicado en el municipio bolivarense de San Juan Nepomuceno, en los Montes de María.