El permafrost de la tierra se está descongelando, y las comunidades indígenas del Ártico y científicos de todo el mundo reclaman que esta alarmante pérdida de hielo terrestre reciba la atención mundial y la correspondiente investigación que merece.
Este deshielo reconfigura los paisajes, desplaza a pueblos enteros y perturba los frágiles hábitats de los animales; amenaza, además, con liberar microorganismos peligrosos y posibles emisiones del carbono que se encontraban en su interior y que lleva congelado miles de años.
El permafrost es la capa de suelo bajo la superficie de la tierra que ha permanecido congelada ininterrumpidamente durante al menos dos años consecutivos y, en la mayoría de los casos, durante cientos o miles de años. Se extiende por una cuarta parte del hemisferio norte, incluyendo muchas regiones que no están cubiertas de nieve.
Esta capa congelada se encuentra en grandes partes de Alaska, Canadá y Siberia, donde la gente, en su mayoría comunidades indígenas, ha vivido, trabajado y cazado durante cientos de años.
Mientras las desgarradoras imágenes de osos polares desnutridos que luchan por sobrevivir en el cambiante paisaje se han quedado impregnadas en nuestras retinas, el hecho de que asentamientos humanos enteros tengan que ser reubicados o de que las comunidades indígenas se vean obligadas a replantearse su modo de vida tradicional pasan completamente desapercibidos.
“Cuando oí hablar por primera vez sobre el cambio climático, estaba en noveno grado y no me había dado cuenta de que ya estaba ocurriendo, y rápidamente, en mi propia comunidad, justo delante de mis ojos”, dijo el ministro de Justicia de Tuvalu, Simon Kofe.
Su pueblo natal, Tuktoyaktuk, lleva años sufriendo las consecuencias del deshielo de nuestra criosfera.
“Aquí en Tuk toda nuestra tierra se asienta sobre el permafrost”, explicó, “El deshielo está cambiando completamente la estructura de nuestra tierra, y nuestra fauna también se está viendo afectada”.
El deshielo de este suelo congelado bajo la superficie que cubre unos 23 millones de metros cuadrados del norte de nuestro planeta es apenas visible para el ojo humano, pero sus efectos no lo son. Las carreteras, las casas, los oleoductos, incluso las instalaciones militares y otras infraestructuras se están derrumbando o empiezan a ser inestables.
Muchos pueblos del norte, como el Tuktoyaktuk, están construidos sobre permafrost, que cuando está congelado es más duro que el hormigón. Sin embargo, a medida que el planeta se calienta rápidamente -el Ártico lo hace al menos dos veces más rápido que otras regiones- el suelo que se descongela se erosiona y puede provocar desprendimientos.
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Además, la reducción y el cambio del hielo marino hacen que los pueblos costeros sean más vulnerables a las tormentas.
“En nuestra comunidad sufrimos vientos feroces, y todos los veranos hay días en los que el viento provoca la subida del nivel del mar, así que ese es otro de los problemas que tenemos... Cada invierno noto cómo la costa pierde unos dos centímetros de tierra”, destacó.
Susan M. Natali, científica del Centro de Investigación Climática Woodwell, lleva más de trece años estudiando el deshielo del permafrost en el Ártico.
“Puedo ver los cambios, es devastador. Ni siquiera sé si puedo expresar la magnitud del impacto que está teniendo en la gente. Tienen que apuntalar y levantar sus casas (del suelo que se derrumba), literalmente. Esto podía pasar antes una vez al año, y ahora tienen que hacerlo hasta cinco veces al año porque sus casas se están inclinando”, describió.
“La población obtiene el agua y el pescado de estos ríos, por lo que esto tienen efectos sobre la salud humana... El deshielo además está provocando que algunos ríos se hundan haciendo más difícil el acceso al agua potable”, añadió.
Según el doctor Martin Sommerkorn, autor y principal coordinador del capítulo sobre regiones polares del “Informe especial del sobre los océanos y la criosfera” del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), y responsable de Conservación del Programa del Ártico en el Fondo Mundial en favor de la Naturaleza, los hábitats animales y las condiciones de vida también están experimentando cambios.
“El Ártico va a sufrir un calentamiento entre dos y tres veces mayor que la media mundial a lo largo de este siglo. Así que, cuando hablamos de 1,5º centígrados a nivel mundial, estamos hablando de 3º en el Ártico”, explicó.
Esto significa que las olas de calor más frecuentes tanto en invierno como en verano, junto con algunos de los que él llama "efectos indirectos", ya están ocurriendo.
“Las olas de calor provocan incendios forestales y plagas de insectos. Todo ello debilita los ecosistemas, que simplemente arden. Se vuelven más vulnerables a la defoliación por la infestación de insectos, que tienen efectos en cascada en todo el ecosistema, lo que dificulta que las especies del Ártico puedan subsistir en estos lugares”, indicó Sommerkorn.
En Canadá, en septiembre de 2021, los habitantes de Tuktoyaktuk fueron informados de que la protección de su ciudad contra el cambio climático costaría al menos 42 millones de dólares y que cualquier medida de protección solo podría “garantizarse” hasta 2052.