DIFERENTE en todo a sus antecesores, desde su política sin partido tradicional hasta sus decisiones radicales, Nayib Bukele fue el palo ganador hace cuatro años en la presidencial de El Salvador y aspira a ser reelegido en el 2024 para consolidar su proyecto de seguridad, reactivación económica y mejoras sociales.
Cuando asumió el poder el 1 de julio de 2019, poniendo fin a tres décadas de bipartidismo de gobiernos de derecha e izquierda, este joven empresario expuso su política de zanahoría y garrote ante el mayor problema del país centroamericano: la imparable y cruenta violencia de las pandillas, esas que creadas por inmigrantes en Los Ángeles (Estados Unidos) décadas atrás ganaron poder y terreno a punta de amenazas y bala. Así fue como la Mara Salvatrucha y Barrio 18 extendieron sus tentáculos hasta su tierra natal donde ‘impusieron su ley’ con cobro de extorsiones y manejo del mercado narcotraficante.
Cada vez más numerosos ya que engrosaron sus filas con personal cada vez más joven, pero sobre todo temidos por su cruento accionar, convirtieron a El Salvador en uno de los países sin guerra más violentos del mundo.
Consciente y de seguro harto con lo ‘invivible’ que era su patria, al igual que con los deficientes gobiernos, tanto de la derechista Arena como del izquierdista Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (antigua guerrilla), en el que militó por años, con el que ganó la alcaldía de San Salvador -que repitió- y finalmente lo expulsó en octubre de 2017 por llamar ‘bruja’ a una concejala, este joven que suspendió sus estudios de derecho para dirigir la empresa de su familia decidió hacer toldo aparte y probar suerte.
Rebelado contra la política tradicional, a sus 37 años fundó la alianza Gana, lanzó su candidatura presidencial por redes sociales y desarrollo una exitosa campaña por las mismas, teniendo a su favor dos hechos que lo catapultaron al triunfo: los directos y fuertes cuestionamientos a los gobiernos que por tres décadas manejaron el país y saber leer el disgusto de la población para generarle una esperanza.
Joven, descomplicado en el vestir y claro en el hablar, este millennial no necesito gran esfuerzo ni movilizarse por el territorio para imponerse contundentemente en las urnas el 3 de febrero de 2019. Vía twitter lanzaba sus ideas y las explicaba por Facebook Live. Y esas redes sociales, las que maneja a la perfección, las ha mantenido como sus canales de comunicación preferido. Así, desde hace ya casi cuatro años no ofrece ruedas de prensa sino hace tanto sus anuncios como sus despidos por vía del “pajarito azul”. También ha priorizado sus encuentros en público sin los otrora fuertes esquemas de guardaespaldas y policías, gracias a que ha cumplido una de sus grandes metas: devolver la seguridad.
Y esa guerra frentera y sin cuartel contra las pandillas anunciada desde el mismo momento de su posesión cuando enfáticamente aseguró que para un delincuente de estos “no había sino dos caminos: la muerte o la cárcel”, la ha cumplido a rajatabla.
Respaldado por un régimen de excepción que el Congreso inicialmente aprobó hace un año y que desde entonces ha prorrogado una docena de veces, el presidente salvadoreño da su parte de victoria: más de 64 mil jóvenes de la Mara Salvatrucha, Barrio 18 y otras bandas tras las rejas, el país convertido hoy “en el lugar más seguro del mundo” y una drástica caída en la tasa de homicidios ya que de los 60 homicidios por cada 100.000 habitantes que registraba en 2017 se pasó a 7.8% el año pasado, la más baja desde que asumió el poder.
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Sus pocos detractores internos -que sin embargo admiten que hoy en El Salvador reina la tranquilidad, sin robos, el equivalente de ‘vivir sabroso’ que se añora en países como Colombia- y externos, especialmente ONG defensora de los derechos humanos coinciden en indicar que el régimen de excepción que implica la restricción de las libertades civiles y la ampliación de los poderes de la policía y el ejército en el control del orden público, por lo que pueden hacer cateos, allanamientos y detenciones sin orden judicial ha sido “aprovechado” por Bukele para imponer “mano dura” y el “autoritarismo como forma de gobierno”.
Cruce de trinos
En esa línea fue que esta semana el presidente colombiano, Gustavo Petro, criticó no tanto esos poderes ilimitados al gobierno Bukele sino la megacárcel que construyó para 40 mil pandilleros, dos mil de los cuales fueron trasladados el pasado 24 de febrero y difundidas sus imágenes donde se les con las manos esposadas en la espalda, descalzos y en pantaloncillos.
"Ustedes pueden ver en redes sociales las fotos terribles -no me puedo meter en asuntos de otros países- del campo de concentración de El Salvador. Lleno de jóvenes, miles y miles encarcelados, le da a uno escalofrío", sostuvo Petro durante un evento público.
Y agregó que "creo que hay gente a la que le gusta eso (...) ver a la juventud entre las cárceles; y creen que eso es la seguridad. Y se disparan las popularidades…Se siente orgulloso porque redujo la tasa de homicidios a partir de un sometimiento de las bandas que hoy andan en esas cárceles, en mi opinión, dantescas. Nosotros logramos lo mismo. Nosotros logramos reducir la tasa de homicidios y violencia, no a partir de cárceles sino de colegios y universidades”.
El mandatario salvadoreño le respondió a Petro vía twitter: "Señor @petrogustavo, los resultados pesan más que la retórica. Deseo que Colombia en realidad logre bajar los índices de homicidios, como lo hemos logrado los salvadoreños. Dios los bendiga".
Tras el pronunciamiento Petro trinó que “aquí no se hicieron "cárceles sino universidades” y con cifras intentó demostrar la reducción de la criminalidad: "Pues Nayib @nayibbuke pasamos de 90 homicidios por cada 100.000 habitantes en 1993 en Bogotá a 13 homicidios por cada 100.000 habitantes en 2022".
Y la respuesta fue un cuestionamiento del joven presidente millennial, encasillado por sus críticos en la ‘extrema derecha’. Así le cuestionó a Petro que las cifras fueran solo de Bogotá y analizaran un periodo de 30 años. Así escribió: ¿Desde 1993? 30 años… ¿Usted gobernó 30 años? ¿Bogotá? ¿No es usted presidente de Colombia? Nuestra experiencia: De más de 100 homicidios por cada 100,000 habitantes, ahora estamos en cifras de un solo dígito. Y la reducción fue rápida, porque los muertos no se recuperan".
En las antípodas del espectro político, Bukele optó por la mano fuerte para acabar con las pandillas y reimplantar tanto la seguridad como el orden en su país, mientras que Petro, otrora guerrillero del M-19, impulsa su proyecto de ‘paz total’ que contempla el desmantelamiento pacífico de los narcotraficantes y las bandas multicrimen de alto impacto a través de beneficios penales.
Pero esta visión y pullas del mandatario colombiano distan kilométricamente del sentido y concepción que los salvadoreños tienen con su presidente, el más popular de Latinoamérica según la encuesta de CID Gallup revelada este jueves.
El sondeo realizado en febrero otorga a Bukele una favorabilidad del 86%, mientras que nueve de cada diez ciudadanos respaldan su gestión y planes de gobierno. Revela, además, que el novel mandatario salvadoreño lidera la opinión favorable de personalidades públicas en la región, alcanzando un 92%, mientras que Petro está en la mitad de la tabla con 57%.
Con una guerra ganada a las pandillas, alto respaldo popular y como millennial impulsando el bitcoin en su agenda económica, Bukele anuncio meses atrás su aspiración reeleccionista, reavivando el debate sobre si constitucionalmente es posible y legal, pese a que la Corte Suprema lo habilitó.
El mandatario, de 41 años, hizo el anuncio la noche del jueves acompañado de su esposa Gabriela, aprovechando un mensaje a la nación en cadena de radio y televisión por el 201 aniversario de la Independencia.
"Luego de conversarlo con mi esposa Gabriela y con mi familia, anuncio al pueblo salvadoreño que he decidido correr como candidato a la presidencia de la República", dijo en tono sereno el mandatario desde un salón en la casa presidencial y ante embajadores acreditados en el país que fueron invitados a la celebración del 201 aniversario de la independencia, el pasado noviembre.
Una resolución de la sala de lo constitucional de la Corte Suprema de Justicia, de septiembre de 2021, habilitó al gobernante a poder buscar una reelección, basada en una interpretación de un artículo de la Constitución.
Sus detractores recuerdan que existe prohibición constitucional y que, de darse, se abrirá paso a un dictador. Sin embargo, casi el 90% de los salvadoreños no lo ven así y es altamente probable que seguir mejorando la situación en su país le vuelvan a dar otro abrumador sí al presidente millennial.