En la segunda década del recién iniciado Siglo XX, se tuvo también una pandemia. Lo que sería una analogía histórica que, con la andanza de muchos años, equivaldría al desastre actual concretado en el Gran Confinamiento derivado del ataque del coronavirus Covid-19. Respecto a ese entonces, hace ya 10 décadas, se ha detectado que el virus que afectó fue de influenza tipo A, y subtipo H1N1.
Aunque al indagar en datos rigurosos no dejan de haber controversias, se sabe que la referida pandemia se habría iniciado en 1918, con el paciente cero el 11 de marzo de ese año, en la base militar Fort Riley en Kansas, Estados Unidos. Pero desde entonces, eran importantes la comunicación y las “etiquetas”, que son utilizadas en la indolencia intelectual para obtener información, de allí que no se llamó gripe de Kansas, sino española.
Existen biógrafos de Max Weber -Maximilian Karl Emil Weber- que adjudican la causa de su muerte, acaecida el día 14 de junio de 1920, a la pandemia que martirizaba al mundo en ese entonces. Existen registros de un total de 50 millones de víctimas fatales en todo el orbe, de 1918 a 1920. Una cifra sólo comparable a la que dejó el gran trofeo de los violentos: la II Guerra Mundial, incluidos dos lanzamientos de la bomba atómica.
Weber había nacido en Alemania un 21 de abril de 1864 y desarrolló una vida intelectual por demás prolífica, haciendo aportes en filosofía, sociología, antropología, historia y economía. Se trató de lo que se llamaría un “hombre del Renacimiento”.
En especial en el campo de la sociología es del grupo de los imprescindibles, de los clásicos, al generar los planteamientos que desembocarían en la llamada “sociología comprehensiva”. En la misma reciben un tratamiento vital la dinámica y escenarios que se construyen a partir de los valores y la cultura, factores que se manifiestan como soportes de ideologías, intereses de grupo, así como en las identidades de las diferentes clases sociales.
Estos aportes de la sociología comprehensiva contribuirían a su vez a estudios más avanzados en las relaciones sociales y económicas que se establecen entre y dentro de grupos. De allí se ve influenciada, por ejemplo, la teoría de los campos sociales del francés Pierre Bourdieu (1930-2002) la que incluye una interpretación social de los juegos o transacciones, relacionadas con el capital de los actores, el que puede ser económico o cultural. En ella se estudian, además, interacciones referentes a prestigio, poder y legitimidad.
Los planteamientos sociológicos de Weber, junto con los derivados del estructural-funcionalismo de Talcott Parsons (1902-1979) y los del materialismo dialéctico e histórico de Marx (1818-1883) conforman tres grandes vertientes del estudio sociológico clásico. A esas contribuciones se agregarían los de Augusto Comte (1798-1857) fundador de este campo científico y sus propuestas positivistas, y también las contribuciones más orientadas al ámbito de la metodología de la investigación sociológica, por parte de Emile Durkheim (1858-1957). Con ello se conformaría el conjunto fundamental de los clásicos de la sociología.
Entre los aportes particulares de Weber podemos encontrar los relacionados con la religión. De allí una de sus obras más conocidas: “La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo” (publicada en 1905). En ella aborda componentes culturales que contrastan entre las iglesias protestantes -surgidas del movimiento que inició Lutero el 31 de octubre de 1517- y los valores tradicionales, asociados al cristianismo católico que dominó durante la Edad Media (476-1453), es decir catolicismo antes del Concilio Vaticano II (1962-1965).
Otra de las obras más conocidas e influyentes de Weber, en el Siglo XX y en la actualidad, es “Economía y Sociedad”. Fue publicada de manera póstuma, en alemán, entre 1921 y 1922, con base en una edición preparada por la esposa del desaparecido autor: Marianne Weber. En ese trabajo se tienen estudios que abarcan un gran rango de temas, desde administración pública, gestión y dirección de empresas, consideraciones sobre sistemas económicos, además de relaciones entre grupos ciudadanos y grupos de poder.
Los lectores de idioma inglés tuvieron acceso en su lengua a “Economía y Sociedad” en edición completa, hasta 1968. En castellano se tuvo la edición total un poco antes, en 1964, en una publicación del Fondo de Cultura Económica de México.
En este último trabajo, los aportes de Weber comprenden, por ejemplo, diferentes estilos de liderazgo mediante los cuales, los dirigentes pueden ejercer funciones de poder político: el carismático, el autocrático, el participativo o democrático y el liberal.
Es importante destacar cómo las sociedades más atrasadas buscan al caudillo, quien sería la encarnación del líder carismático que generalmente deviene en autocrático. En este caso no son tanto las leyes y las instituciones las que imponen la legitimidad del poder, sino el “carisma”, la voluntad del caudillo. Esto ha conllevado muchas veces, inmensos costos sociales. Grotescamente han emergido de allí, dictaduras sangrientas.
No obstante, es de apuntar que con el caudillo se tienen mejores y más amplias posibilidades para establecer el “capitalismo pirata”. Es decir, empresas que, más que buscar productividad y valores agregados en la producción, tratan de apropiarse de rentas fáciles, cuantiosas y rápidas, mediante la captura -legal o ilegal- de recursos públicos. En el otro extremo del manejo del Estado está, en contraposición al caudillo, la vigencia de las instituciones.
Incluyendo el gran desarrollo tecnológico, la ciencia y el conocimiento en general, son y han sido nuestra salvación. De allí que continúe vigente la influencia de Weber. En particular ahora que la pandemia nos asedia y secuestra nuestros días. En particular ahora que emergen gobernantes y seguidores que se empeñan es hacernos creer una falacia suicida: que tener atrofia mental es la moda de estos tiempos.
*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor Titular, Facultad de Administración de la Universidad del Rosario