LAS ACCIONES de protección que van desde la declaratoria de reservas de biosfera hasta creación de geoparques y una mayor conciencia colectiva de su importancia para la preservación de la biodiversidad, así como en la lucha contra el cambio climático, no han detenido la desaparición de los manglares en el mundo.
Pequeños en extensión, ya que son menos del 1% de los bosques tropicales del mundo, pero gigantes en sus aportes para la humanidad, los que van desde actuar como defensa costera y ser un valioso entorno para especies marinas hasta colosales receptores de carbono, los manglares siguen desapareciendo y las tres cuartas partes de los 147 mil kilómetros cuadrados de los que hoy tiene el mundo están amenazados.
Colombia es el cuarto del continente americano con mayor extensión de estos ecosistemas (290 mil hectáreas según el Ministerio de Ambiente), tiene los más altos (hasta 22 metros), conservados y con bosques muy diversos ya que la mitad de ellos crecen en más de la mitad de las costas del Mar Caribe y del Océano Pacífico. Sin embargo, los manglares de ambas regiones costeras no están bien protegidos y la cobertura de manglar ha disminuido un 7% en los últimos 25 años.
La mayoría de los manglares colombianos están en el Pacífico (casi el 80%). En total hay nueve especies diferentes de este tipo de bosque en San Andrés y Providencia, Bolívar, Sucre, La Guajira, Magdalena, Atlántico, Córdoba, Antioquia (Urabá), Chocó, Valle del Cauca, Cauca y Nariño.
De esta forma, Colombia puede considerarse un punto clave en cuanto a diversidad de especies de manglar para la región neotropical.
Estos ricos ecosistemas están en 123 países, pero solo quince concentran el 75% de los mismos. De ellos, Indonesia (con 21.143 km2), Brasil (7.820, Australia (3.315), México (2.985) y Nigeria (2.653) albergan casi la mitad de todos los manglares del planeta.
La alerta sobre las crecientes amenazas contra estas áreas bióticas y el llamado a los gobiernos para acelerar su preservación la hicieron ayer dirigentes de diferencias dependencias Naciones Unidas, con ocasión de Día Internacional para la Conservación de los Manglares, instituido en 2015 en memoria del activista ambiental Hayhow Daniel Nanoto, que murió de un paro cardiaco años atrás, mientras ejercía acciones de protesta contra un estanque ilegal de camarones en la comunidad de Muisne en Ecuador.
"Se ha calculado que más de tres cuartas partes de los manglares del mundo están amenazados y, con ellos, todos los organismos acuáticos y terrestres que dependen de ellos”, sostuvo la directora general de la Unesco, Audrey Azoulay, tras describir que “éstos son un nexo entre la tierra y el mar” ya que “estas plantas, enraizadas en aguas salinas y en suelos expuestos a las mareas, forman un universo singular y frágil, un refugio de vida que debemos proteger. Desde sus raíces entrelazadas hasta la punta de las ramas, los manglares constituyen un hábitat complejo, a donde numerosas especies acuden a alimentarse o reproducirse. Estos entornos también son vitales para el ser humano, ya que frenan la erosión costera y son fuente de alimento para muchas personas”.
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A renglón seguido evocó al poeta colombiano Tomás González, señalando que por lo anteriormente descrito, probablemente hizo de estas plantas el símbolo de su poemario Manglares, que reclama un retorno a la unidad esencial de la naturaleza: “Para que los árboles primero se dibujen y después se desdibujen y se fundan con el aire, el paisaje de atrás, los lodazales; / (...) para que el alcatraz se arroje contra el mar en un instante salpicado de sal, sol, resplandores; / y para que el mar, en fin, brille primero y de nuevo se confunda con la tierra”.
Azoulay insistió en que Unesco actúa en varios frentes para proteger estos valiosos ecosistemas pero que “el tiempo apremia” y que ante la emergencia climática “debemos ir aún más allá, puesto que los manglares son también importantes sumideros de carbono de los que no podemos prescindir”. Por ello la entidad a su cargo realiza un proyecto de restauración de los manglares en siete países latinoamericanos: Colombia, Cuba, Ecuador, El Salvador, México, Panamá y Perú.
Finalizó su mensaje a la comunidad internacional insistiendo en que más allá de acciones de protección y restauración, se necesita una toma de conciencia a gran escala, “lo que implica educar y sensibilizar, no solo en las escuelas, sino en todos los lugares donde sea posible”.
Por su parte, la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) recordó que pese a los múltiples beneficios que brindan estos ecosistemas, entre los que destacó la alta eficacia de sus suelos como sumideros de carbono así como convertirse en una defensa costera natural contra las mareas, tsunamis, aumento del nivel del mar y la erosión, están desapareciendo de tres a cinco veces más rápido que las pérdidas generales de bosques en el mundo, con los graves impactos ecológicos y socioeconómicos que ello genera.
“Las estimaciones actuales indican que la extensión de los manglares se ha reducido a la mitad en los últimos 40 años”, indicó esa dependencia de la ONU.
Infravalorados
Entre tanto, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Puma) señala que estos ecosistemas son a menudo incomprendidos e infravalorados. Estos bosques costeros se perciben a veces como "zonas sucias" o "muertas", un terreno baldío que podría talarse en favor de playas de arena, complejos turísticos ostentosos u otras urbanizaciones.
Esta percepción no podría estar más lejos de la realidad. Los manglares son los únicos árboles que prosperan en aguas saladas y mejoran la calidad del agua filtrando nutrientes y sedimentos.
También están llenos de vida: más de 1.500 especies de plantas y animales, según esa oficina, dependen de los manglares. Entre ellas, peces y aves que utilizan las aguas poco profundas bajo los manglares como viveros. Las investigaciones indican ahora que también son fundamentales para mamíferos más grandes, como monos, perezosos, tigres, hienas y perros salvajes africanos.
El Puma subraya que proteger estos hábitats y restaurar los dañados también ayuda a combatir el cambio climático, ya que almacenan una media de 1.000 toneladas de carbono por hectárea en su biomasa y suelos subyacentes.
"Los manglares son un ecosistema extraordinariamente diverso e importante que trabaja en tándem con otros ecosistemas marinos, como las praderas marinas y los arrecifes de coral, todos ellos esenciales no sólo para la salud de nuestros océanos y costas y la biodiversidad que albergan, sino también para el bienestar de los seres humanos", declaró la jefa del Departamento de Medio Marino y Agua Dulce del Puma, Leticia Carvalho.
"También necesitamos proteger y restaurar nuestros manglares, ya que son un importante hábitat y fuente de suministro de alimentos para muchos pueblos indígenas y comunidades locales de todo el mundo", añadió.
Los expertos de la agencia determinaron que el principal motor de la pérdida de manglares es el desarrollo costero, ya que estos bosques se talan para dar paso a obras de infraestructura vial, ampliación de la frontera urbana y otras industrias, que, junto a las presiones de la agricultura, la pesca y la explotación forestal ilegal, amenazan cada vez más su existencia.
De acuerdo con Conservación International, cuando se degradan o se destruyen, los manglares y otros ecosistemas costeros emiten a la atmósfera el carbono que han almacenado por siglos, y se vuelven fuentes de gases de efecto invernadero.