Insurrección de mujeres en Irán | El Nuevo Siglo
Jueves, 6 de Octubre de 2022

* Manifestaciones masivas contra régimen clerical

* Resistencia de población ante la “policía moral”

 

 

El pasado 13 de septiembre, Mahsa Amini, una mujer kurda de 22 años, estaba de visita en Teherán, capital de Irán, cuando fue detenida por la “policía moral” por violar una ley que exige que las mujeres cubran su cabello y su cabeza con un pañuelo (hiyab). Murió cuando se encontraba bajo custodia policial y su familia dice que ocurrió tras ser golpeada brutalmente y haber permanecido tres días en estado de coma. Afirman que la agredieron con una porra y que también la azotaron salvajemente contra un vehículo.

El hecho desencadenó protestas masivas desde el 17 de septiembre, después del funeral, contra la policía, pero también contra la ley y el régimen clerical chiíta que gobierna a Irán. Las manifestaciones fueron, primero, en Teherán y luego se extendieron a otras ciudades y regiones del país. Las protagonizan mujeres que se cortan sus cabellos, queman los hiyab y lanzan consignas como “muerte al dictador” o “Mujeres, vida y libertad”. Las movilizaciones han ido creciendo en amplitud -80 ciudades y pueblos-, en participación de personas de todas las edades y en gravedad, con quema de mezquitas y ejemplares del Corán. 

La respuesta de las autoridades ha sido una violenta represión con graves consecuencias en términos de vidas humanas. El propio gobierno iraní reporta 41 muertos hasta la fecha, cifra que contrasta con las de ONGs de derechos humanos, como Iran Human Rights, que elevan el saldo fatal a 133. Más de mil doscientas personas han sido arrestadas, entre ellas veinte periodistas.

Como se recuerda, en 2009 se desató en Irán la llamada “Revolución Verde” o “Despertar persa” en protesta por un presunto fraude electoral (dejando 55 muertos y 4.000 arrestos) y en 2019 ocurrió la “Primavera persa” (que causó 1.000 muertos y 7.000 detenidos) tras el incremento de 200% en el precio de los combustibles, lo que desató inconformidad en amplios sectores de la población contra el gobierno y el líder supremo, ayatola Ali Jamenei, con gritos de “fuera los clérigos de Irán” y “muerte al dictador”.

Vistos esos antecedentes, por la dimensión, persistencia y la vinculación masiva de las mujeres el actual movimiento representa el mayor desafío que ha enfrentado el régimen.  Como se dijo, esta vez, al igual que anteriores ocasiones, la respuesta oficial ha sido la represión con escuadrones antimotines y armas de fuego, acudiendo además a la censura de internet en todo el país, ya que las redes sociales se convirtieron en la principal herramienta para las convocatorias y la comunicación entre los líderes y participantes de las protestas.

También, como en las pasadas manifestaciones, el ayatolá Jamenei acusa a Estados Unidos e Israel de instigar las protestas “porque no pueden tolerar que Irán alcance fuerza en todas las esferas”. El titular de la Casa Blanca, Joe Biden, ha expresado su preocupación por la represión violenta de las protestas, las que considera orientadas por “principios justos y universales”.

No se vislumbra con claridad si el movimiento representa una amenaza real para la estabilidad del régimen religioso pero sí podría inducir cambios en el férreo y anacrónico sistema de controles a través del cual el Gasht-e-Ershad, la “policía moral", detiene, enjuicia y somete a ciudadanos inermes a todo tipo de torturas y vejámenes -flagelaciones, amputaciones, lapidaciones y, en casos extremos, extracción de los ojos y pena de muerte- para castigar ofensas a Dios, teniendo como principales víctimas a las mujeres, población Lgtbi y minorías étnicas y religiosas. Por eso ha sido protuberante la participación en la insurrección de jóvenes, en especial estudiantes y miembros de la minoría kurda, que han sufrido una cruel y prolongada persecución.

Hasta el momento, las autoridades no han logrado sofocar las protestas porque los manifestantes se organizaron en pequeñas células en diferentes sitios. Además, están utilizando herramientas como Outline -que permite configurar redes privadas virtuales VPN seguras- para evadir las interrupciones del servicio de internet y la censura.

Así las cosas, en una sociedad marcada por las diferencias sociales y entre grupos étnicos, se están creando vínculos de solidaridad de personas que antes se repudiaban. Todo esto refuerza la percepción del fenómeno, desde el gobierno, como una amenaza a la seguridad, que enfrenta a su estilo, con violencia y represión, estrategia que de pronto pueda servirle para contener la crisis coyuntural, pero no el malestar que avanza poco a poco en el alma de muchos iraníes que quieren vivir en el siglo XXI y liberarse del viaje al pasado que ha representado la revolución religiosa que ya cumple 43 años en el poder.