En este momento ya habrán terminado su cuarentena los cincuenta suboficiales norteamericanos que llegaron al país.
Poco a poco ha ido quedando claro a qué han venido y de qué van a ocuparse durante los meses en que permanecerán por estos lares.
Pero, justo en este punto es en el que comenzaron todos los problemas y debates.
Sin duda, lo ideal hubiese sido que esa función pedagógica e informativa del Gobierno central hubiese sido pre y no pos.
Puesto que se trata de una situación atípica, es apenas natural que, ante todo, un gobierno democrático informe, socialice y comparta con sus ciudadanos la información correspondiente.
De tal forma, se minimiza la posibilidad de que un ejercicio de cooperación interestatal genere suspicacias y se limita sensiblemente cualquier malentendido.
Asimismo, lo deseable es que el Congreso de la República hubiese sido enterado con suficiente anterioridad de que un ejercicio como ese estaba en marcha y sería ejecutado.
Eso significa que, más allá del estrecho criterio de legalidad, lo importante en estos casos es que se genere un clima de consenso y armonía que se traduzca en legitimidad.
Por supuesto, ninguna comunicación previa al Congreso garantiza tal consenso y, menos aún, la armonía entre las diferentes corrientes ideológicas y partidistas.
Pero lo que sí está absolutamente garantizado es que, a menos que se trate de un Congreso obsecuente, el intercambio de información y de opiniones siempre será muy útil para fortalecer la gobernabilidad en materia de seguridad, defensa y asuntos internacionales.
Adicionalmente, la pedagogía pos no solo resulta remedial y tardía sino que puede incrementar la acritud cívica y partidista ante la falta de cortesía con el Parlamento.
Dicho de otro modo, la tardanza en informar y la transmisión de datos a destiempo estimula las teorías de conspiración de los extremistas que ven en cada capítulo de cooperación un complot y una siniestra intención de desestabilizar el vecindario.
Como si fuera poco, lejos de fortalecer al gobierno aliado con el que se establece la cooperación, en este caso el de los EE.UU., la ausencia de comunicación responsable termina afectando la percepción ciudadana sobre ese gobierno, más aún, si se trata de un gobierno como el de Donald Trump, tan intensamente sometido a presiones mediáticas cotidianas.
Además, si el Gobierno Nacional sabía que terminaría enfrascado en las explicaciones que, tarde o temprano, se ha visto obligado a dar, ¿Cómo es que no procedió a darlas previa y detalladamente, en vez de someterse al desgaste que supone ser tardíamente transparente?
Entonces, queda claro que los militares norteamericanos no estarán armados, no participarán en combates ni se verán involucrados en operaciones de estabilización, por muy loables que fuesen.Dicho de otro modo, si las iniciativas tendientes de algún modo a restablecer la democracia en Venezuela (léase, la ayuda humanitaria, el bloqueo, las recompensas, el marco democrático, el Grupo de Lima y la Operación Orión) no han servido de nada, ¿Qué podrían hacer cincuenta humildes cabos y sargentos desarmados?