En la Embajada de Colombia en Madrid, encontrándose ya muy avanzado de edad y siendo yo joven, tuve la ocasión de conocer al gran pensador José Ortega y Gasset. Sobresalía por la expresión brillante y densa. En uno de sus libros escribió: “Hay personas a quienes irrita sobremanera que se hable de hombre de selección. Pero es que a las minorías selectas nadie las designa o las escoge, por la sencilla razón de que la pertenencia a ellas, no es un premio o un regalo que se concede a un individuo, sino todo lo contrario, implica tan solo una carga mayor y más grave de compromisos y existencias. El selecto no se selecciona a sí mismo, al exigirse más que a los demás. Significa, pues, un privilegio de esfuerzo y de dolor. Selecto es todo el que, desde un nivel de perfección y exigencias, aspira a una altitud mayor de virtudes y perfecciones.”
Esta incisiva reflexión la podemos aplicar a los nuevos directivos de la prestigiosa Academia Colombiana de Jurisprudencia. Está cumpliendo 125 años de fecunda existencia. El doctor Fernando Sarmiento anterior presidente, lideró un espléndido programa para conmemorar tan fausta fecha.
Los nuevos directivos son Augusto Trujillo, presidente; primer vicepresidente Rafael Bravo; Segundo vicepresidente Saúl Sotomonte; secretario José Celestino Hernández; directora revista doctora Liliana Estupiñán y Bibliotecario Hernando Roa. Gracias a los juristas, estos hombres dedicados a la disciplina del derecho colombiano sobresalen en América por ser por encima de todo un Estado garantista, pluralista, participativo y como se expresa al principio de su constitución “Un Estado Social de Derecho”
Augusto Trujillo ha dedicado su vida a la cátedra, a los libros y a la más absorbente actividad humanística. Prefiere dar a recibir, exaltar a deprimir. No le teme a la competencia, le teme a no ser competente. Siempre enfatiza en la importancia del derecho como instrumento de convivencia. Las mismas revoluciones se calman cuando sus aspiraciones se convierten en normas jurídicas de obligatorio cumplimiento. Y esa nueva ley, puede ser modificada por otra revolución social.
La vida de un pueblo es la vida de sus instituciones. La inexistencia de constituciones es la jungla, la ley de la selva. A Bogotá la fundó un abogado. Es Colombia tierra estéril para el despotismo. Sus grandes juristas nos han enseñado a respetar lo diferente y a poner fin a las discordias por medio de leyes justas y perdurables.
Son gigantescos los juristas que han pasado por nuestra Academia: Darío Echandía, Rodríguez Piñeros, Antonio Rocha, Carlos Lozano, Hinestrosa Daza, Hinestrosa Forero, Rafael Gómez Hoyos, González Charry. Hoy mismo sus miembros son maestros, tratadistas, magistrados.