ALEJANDRA FIERRO VALBUENA, PhD | El Nuevo Siglo
Viernes, 12 de Abril de 2013

Coetzee en Bogotá
Esta semana los bogotanos hemos tenido la fortuna de oír de viva voz a uno de los escritores más representativos en lo que ha transcurrido del siglo XXI. J.M Coetzee, sudafricano, Premio Nobel de Literatura - 2003, visitó la Universidad Central en el marco del Seminario “Tres días con Coetzee”. Además de la reflexión en torno de su propuesta literaria, los participantes tuvimos el privilegio de conocer textos inéditos que leyó él mismo al auditorio. Además del despliegue literario, ya conocido y admirado por los presentes por su claridad y economía discursiva, vale la pena resaltar de dichas intervenciones su actitud generosa y humilde.
Estas mismas características se pueden extender a su propuesta literaria. Hay quienes califican sus escritos como crudos y descarnados. No obstante considero que es justo lo contrario lo que refleja su obra. El hecho de tratar de manera directa aquellos temas de los que casi nadie se atreve a hablar (la muerte, el dolor, el sacrificio), lo ubica, no dentro de la crudeza de la vida, sino dentro del núcleo de la condición humana; aquel del cual brotan las acciones más radicales de las que el hombre es capaz. La recreación que este autor realiza de aquella capacidad humana, tan opacada por la mentalidad contemporánea, de poder entregar hasta la última pizca de orgullo, incluso cuando las circunstancias se presentan injustas y absurdas, es tan radical que en principio parece chocante. Sin embargo, es justo este el punto que puede ser transformado en luz.
En sus escritos queda retratada de manera clarísima la ambigüedad moral en la que vivimos hoy día. Los principios, otrora reconocibles por todos, entran en la esfera de la manipulación discursiva y se terminan entrelazando con acciones que desdicen del todo de su intención inicial, a saber, la corrección moral. La racionalidad, exaltada como una virtud irremplazable, convive tranquilamente con el desprecio del otro, con el rechazo de lo distinto. Quien pregona una comprensión justa y cabal del mundo, mira con desprecio a aquellos en condiciones de pobreza, ignorancia o enfermedad. Los personajes de Coetzee, todos presa de dicha ambigüedad, intentan caminos de vida y realización que no siempre se corresponden con aquello que la estructura social ha definido como exitoso, reconocible y valioso. Desde luego sus personajes afrontan situaciones límite, pues desde allí es posible vislumbrar dónde se decantan las contradicciones y se encuentra un cierto bien que brilla frente a la cruda maldad impuesta en el entorno.
Dentro de las vías de redención que Coetzee propone (si se me permite utilizar el término), aparece la comprensión del mundo animal principalmente. Sin apasionamientos, el autor deja plasmada en su obra una reflexión en torno de aquello que podemos aprender del mundo y la experiencia de los animales. Más aún, interpela al lector para que reflexione acerca de aquello que desde nuestra humanidad vemos, vivimos y entendemos de lo animal.
Para tiempos ambiguos como el nuestro, una literatura que utiliza contrastes fuertes para dejar relucir por si sólo lo valioso en la experiencia humana, es una oportunidad de comprensión, que además se presenta como una exquisita experiencia estética.