ALFONSO ORDUZ DUARTE | El Nuevo Siglo
Sábado, 7 de Septiembre de 2013

Realismo y pragmatismo

 

El pragmatismo  es un método filosófico por medio del cual el único criterio para juzgar acerca de la verdad de toda doctrina científica, moral o religiosa debe fundarse en sus efectos prácticos; el humanismo como lo define F. Canning Scott Schiller  es una de las modalidades del pragmatismo que hace depender la veracidad o falsedad de las cosas, según se subordinen  o no a las necesidades humanas.  El humanismo, contrariamente al realismo  que entre otras definiciones es la doctrina según la cual el mundo exterior tiene una existencia independiente de la del ser que la percibe, lo cual permite afirmar que se basa en la enseñanza de la ciencia, lo que pone en dificultades conceptuales o de interpretación  con el pragmatismo o con el humanismo.

Si el ejercicio de cualquier profesión está inspirado en el pensamiento de la situación y destino del hombre en el universo se debe convenir que los conocimientos adquiridos no son precisamente la meta y el objeto de la realización profesional, sino simples instrumentos cuya utilización es de carácter humanista.

Se podría concluir que siendo el estudio de las disciplinas lo que debe saber un ingeniero, por ejemplo, básicamente científicas y por ende realistas, excluye al humanismo como concepción formativa. Pero si la meta superior es la de satisfacer la permanencia del hombre en el universo, es claro que  los logros de la ciencia son válidos siempre y cuando satisfagan las necesidades humanas. En esa concepción se juntan realismo y humanismo. Si no fuera así, la humanidad estaría sometida fatalmente a los resultados de los laboratorios, a las experiencias, investigaciones y avances de la ciencia.                                                                          

Los conocimientos adquiridos, debe reconocerse con profunda humildad y sabiduría, deben excluir la soberbia en su aplicación pues de hecho no constituyen axioma alguno. ”Las matemáticas no son una opinión” le increpó un ministro técnico en el Parlamento italiano a uno de sus miembros que se oponía a algún proyecto de obras públicas. La expresión es absolutamente cierta porque una operación matemática no puede ser objeto de discusión. Pero sí lo son la consideración de variables ajenas a la rigidez de los resultados matemáticos, las cuales deben ser escuchadas, analizadas y tenidas en cuenta para obtener las mejores soluciones para el bienestar colectivo. No optar por este procedimiento puede colocar al ingeniero en posición de aislamiento, porque las tareas que se hacen en los gabinetes de estudio, en los laboratorios y en las simulaciones si no van acompañadas de la visión que comprenda el porqué y el para qué, pueden resultar ejercicios frustrantes para quien los realiza. Si no se oyen inquietudes del mundo que rodea, la verdad nacida de planteamientos científicos inobjetables puede no ser la que la conviene a la sociedad.

“Una determinada obra pública puede tener más o menos importancia, se puede creer que es más o menos importante llevarla a cabo. Pero ese es un problema que resolverán los técnicos en el consejo de planeación y en el ministerio del ramo…” dijo un expresidente latinoamericano, para terminar diciendo “…entienda Ud. que esas no son cosas que caen bajo la jurisdicción de los  grandes estadistas ni de los conductores de pueblos; para ellas sirven los ayudantes”.   ¿Pragmatismo o realismo?