ALFONSO ORDUZ DUARTE | El Nuevo Siglo
Viernes, 2 de Septiembre de 2011

Diminutivos usados graciosamente


“Fama de usar bien el castellano y hablarlo con ritmo”


LOS  colombianos, en particular los bogotanos, tenemos la fama de usar bien el castellano y también de hablarlo con un ritmo que gusta bastante. No es difícil para quien se interesa por estos asuntos, cuando oye hablar por la televisión o la radio extranjeras, distinguir a la persona por su manera de hablar como colombiana; el uso del diminutivo que hace llenar la frase de una amabilidad adicional es característica nuestra. La terminación para esta forma de sustantivos y adjetivos, según las normas de la gramática, se caracteriza por las formas en sufijo ito, ico, illo, uela y otras; normalmente usamos las dos primeras porque las otras suenan como muy rebuscadas para quien las usa. Pero no nos contentamos con usar una de ellas sino que le agregamos otra como para hacer más pequeña la idea de lo que queremos expresar. Por ejemplo, no nos es suficiente decir “ahorita vengo” para expresar que no nos demoraremos en volver, sino que reforzamos la idea de la prontitud del regreso diciendo “ahoritica vengo”. Pero para aumentar el afecto expresivo, nos inventamos diminutivos en donde físicamente éstos no son posibles. ¿Puede existir en el tiempo una diferencia entre años y añitos? ¿Cuántos años tiene el niño? No es raro obtener como respuesta: cinco “añitos.” Un año es un espacio de doce meses, cincuenta y dos semanas o trescientos sesenta y cinco días y uno más en los años bisiestos, de suerte que el diminutivo no puede existir puesto que éste, cuando se usa, hace más pequeña la idea que se quiere expresar, pero un año no puede ser más pequeño que otro. “Agüita” en vez de agua es otra forma de usar el diminutivo en forma inapropiada desde el punto de vista lógico, aunque inteligible, desde luego. Naturalmente un volumen de agua puede ser menor que otro, caso en el cual se puede utilizar correctamente el diminutivo, más no lo es en forma genérica. Prefiero el “agüita” caliente a la fría. Esto desde luego no se dice en son de crítica a nuestra manera de hablar y de usar los recursos gramaticales, sino de volver sobre la dinámica y la gracia del idioma así como el de su uso.


No le faltaba razón a un conocido alemán que se propuso aprender el castellano, al decir en su proceso de aprendizaje, que nuestra lengua es ilógica. Él no podía entender cómo no era posible mantener una regla al decir “conmigo” cuando se cuenta con mi persona, pero cuando se quiere prescindir de ella no se dice “sin migo” sino “sin mí.” Modalidades y formas de nuestra lengua que para los extranjeros a veces la consideran muy difícil, como es el caso de la conjugación de los verbos que tienen en el gerundio una forma desconocida en otros idiomas, así como los tiempos y la irregularidad de los verbos como, por ejemplo, el verbo “ir”. Las formas y tiempos del indicativo, así como del subjuntivo, no tienen parentesco con el infinitivo. En este verbo, como en “ser”, no se puede estudiar su conjugación apelando a la raíz que teóricamente no se modifica. Pura memoria es lo aplicable.