Una revisión del ensayo DesConectados (Taylor, 2023), que describe la “patocracia” como el empoderamiento de los ególatras y sociópatas, me inspiró a pedirle a ChatGPT que actuara como psicoanalista, y evaluara lo que reflejaban los tarjetones; para cada candidato, además, escrutó sus antecedentes, interpretó sus conductas durante la campaña actual, y determinó la coherencia entre sus promesas.
Alerta de spoiler o déjà vu, sus revelaciones resultaron ser familiares y perturbadoras, pues la inteligencia artificial detectó la recurrencia de ciertos patrones, capos o clanes, y la persistencia de evidentes traumas, porque el sistema electoral se corrompió, reforzó la polarización y resuelve votando en contra: no a favor de...
Emitió una interesante conjetura: los ciudadanos podríamos padecer múltiples trastornos, porque seguimos sometiéndonos ante las tóxicas relaciones que proponen e imponen los comicios. Recomendó explorar la obligatoriedad del sufragio, y la calificación por órdenes de preferencia ponderada (conocida como Conteo de Borda, ha sido utilizada en NY).
Comparó el tarjetón con un collage narcisista. Atribuyó a los nombres de los movimientos la representación de conjuras o conspiraciones. Infirió de los discursos increpaciones y ruegos encarecidos. Finalmente, detectó que las alianzas eran caprichosas, y las propuestas sofistas.
Solicité comparar el comportamiento de los funcionarios, otrora candidatos, y el balance de su gestión. Primero, señaló que la descentralización incrementó el desorden legislativo y el descontrol ejecutivo; permisiva, facilitó la disociación de las prioridades, y la evasión de la necesaria colaboración-complementariedad entre ramas del poder, niveles territoriales o periodos, por cuenta del «adanismo».
Segundo, observó que tras las elecciones nadie se reconoce como perdedor, pues esencialmente buscan probar suerte, darse a conocer o reencaucharse, mediante ese reality show; además, muchos reciben alguna tajada clientelista, porque los aparentes vencedores se rinden ante la pluralidad de oferentes, aclarando que a eso lo denominan gobernabilidad.
Tercero, tomando como ejemplo a Claudia López, advirtió que, tal como sus vanidosos predecesores, nunca admitirá la negativa calidad de su labor, dejando a la capital plagada de ratas, basuras, huecos, trancones, agresiones, rebuscadores, ladrones y habitantes de calle; tampoco reconocerá que sus porcentajes de aceptación acaso igualan los que obtuvo en su minoritaria elección.
Terminó conceptuando que la oposición también manifiesta incompetencia y decadencia, pues sólo sabe llamar la atención haciendo berrinches o chantajeando con actos rebeldes.
Consolidando un diagnóstico, identificó rasgos narcisistas, maquiavélicos y psicópatas que incluyen, pero no se limitan a: avaricia, falta de autocrítica, excesiva complacencia con su manipulada imagen, indiferencia y ausencia de empatía, remordimiento o solidaridad hacia los ciudadanos, que nutren el desprecio y conflicto interno.
En manos de semejantes personalidades dejamos el mal denominado equilibrio de poderes, y nuestro degradado poder soberano, pues las elecciones son neoliberales, y tanto la constitución como nuestros representantes abdicaron de todo aquello que distinguía a la socialdemocracia.
Tal como la maquinaria política, ChatGPT es otro charlatán que superó la Prueba de Turing, fingiendo humanidad. Suplantados, los seguidores no distinguen la verdad de la ficción, ni lo que publica como intachable, en “X”, cualquier bot. Superemos los complejos edípicos y paternalismos déspotas que nos mantienen atados a irredentos caudillismos, o sometidos ante España o EE. UU., y probemos la terapia modelo nórdico, canadiense o neozelandés.
Respecto a nuestros demás síndromes -de estado fallido, desesperanza en el institucionalismo y persistente desigualdad-, recomendó otros ensayos: La cultura del narcisismo - La vida en una era de expectativas decrecientes (Lasch, 1979), y The Selfish Capitalist (Oliver, 2008).