ANDRÉS FELIPE RANGEL GÓMEZ | El Nuevo Siglo
Sábado, 18 de Febrero de 2012

¡No es normal!


¡Ay de los que llaman a lo malo bueno y a lo bueno malo!
Isaías

 


Bien  hacía el profeta Isaías en proclamar su Ay sobre los que llaman malo a lo bueno y bueno a lo malo, ya que, tristemente, el llamar malo a lo bueno y bueno a lo malo solo puede terminar en una terrible y penosa oscuridad. Parece ser que su época no era muy diferente a la nuestra y que su contundente sentencia es igualmente aplicable al presente.
Hoy día nos hemos acostumbrado a llamar normal y bueno a las cosas que en realidad no son normales ni buenas. La homosexualidad, lesbianismo, transgenerismo, bisexualismo, travestismo no son normales, ni buenos. Sin embargo, en aras de la tolerancia y de argumentos engañosos, hemos empezado a ver normal lo que no es normal.
Actualmente, en Bogotá se gastan miles de millones del Presupuesto en promover a la comunidad LGBT (lesbianas, gays, bisexuales, transgeneristas y travestis), sacan calendarios que regalan en los colegios, que llevan las leyendas: “En Bogotá se puede ser homosexual”, “En Bogotá se puede ser bisexual”, etc. Adicionalmente, en algunos paraderos de buses ya es normal ver la foto de homosexuales con la leyenda “En Bogotá se puede ser homosexual” con el símbolo de la Alcaldía respaldando el mensaje.
El Gobierno distrital está utilizando los recursos de una mayoría heterosexual, creyente en Dios y sus principios para la familia, para hacer apología de la comunidad LGBT y sus valores. Me pregunto ¿por qué millones de bogotanos heterosexuales debemos contribuir con nuestros impuestos para que el Gobierno distrital los use para promover a esta comunidad minoritaria?
¿No será mejor utilizar los miles de millones que han derrochado en esto en adelantar programas para luchar contra la pobreza y promover el bienestar de los habitantes de calle en la ciudad, por colocar un tema?
Adicionalmente, desde hace unos años se viene experimentando con un plan piloto acerca de la enseñanza sobre la tolerancia frente a la comunidad LGBT, que el Gobierno de Petro quiere generalizar con el propósito de que los alumnos de colegios distritales sean tolerantes acerca de este tema. ¿Tolerancia o promoción? Me queda la duda.
Como si esto fuera poco, hace unos meses un soltero y homosexual norteamericano vino y se llevó dos niños de 10 y 13 años en adopción con la complacencia descarada del Instituto de Bienestar Familiar, cuya responsabilidad constitucional es proteger los derechos del menor. ¿No habría una cantidad de familias heterosexuales, funcionales y dispuestas a adoptar a estos niños en Colombia, que decidieron que lo mejor para estos niños era crecer con un hombre soltero y homosexual?
¡Ay Colombia!, ¡Ay Bogotá! como sentenciaba el profeta, estamos llamando normal a lo que no lo es, y si no abrimos los ojos y nos levantamos para defender los principios de la familia, terminaremos en una sociedad cada vez más oscura y perversa, con una juventud destruida por la inmoralidad y confusión sexual promovida por la comunidad LGBT.