ANDRÉS MOLANO ROJAS | El Nuevo Siglo
Lunes, 15 de Abril de 2013

Gane quien gane

 

En el momento de escribir esta columna no se conocen aún los resultados de la jornada electoral en Venezuela.  Ungido como heredero por el  propio Hugo Chávez, sostenido por el tupido entramado político-clientelar del régimen, y explotando el luto popular que generó la muerte del comandante-presidente, Nicolás Maduro se perfiló desde el principio como virtual ganador.  Pero las encuestas de los últimos días arrojaron resultados sumamente volátiles, e incluso teniendo tanto en su contra -la brevedad de la campaña, la clara desventaja frente a la maquinaria estatal- Henrique Capriles bien ha podido dar una sorpresa.

La verdad es que gane quien gane, el próximo gobierno de Venezuela tendrá que enfrentar un panorama en el que abundan los desafíos y no son tan claras las oportunidades. Ese panorama está determinado por la grave situación económica, el deterioro de las condiciones de seguridad, y la necesidad de asegurar niveles mínimos de gobernabilidad en un contexto de fuerte polarización y riesgos de faccionalismo en el interior tanto del oficialismo chavista como de la oposición articulada en la Mesa de Unidad Democrática.

Venezuela atraviesa una de las peores crisis económicas de su historia reciente:  erosión del aparato productivo, creciente dependencia de las importaciones, una paradójica escasez de divisas, un preocupante déficit en las cuentas públicas y una de las más elevadas inflaciones del mundo.  En materia de seguridad, la delincuencia común hace de las suyas en las calles de las ciudades, y en algunas de ellas se ha disparado la tasa de homicidios a niveles alarmantes para un país en paz, en el que, sin embargo, circula un enorme volumen de armas cortas y ligeras en manos de los ciudadanos corrientes.

Y además, gane quien gane tendrá que hacer un esfuerzo para mantener un mínimo de gobernabilidad.  No por el hecho de que el chavismo controle los poderes públicos (legislativo, judicatura, órganos de control, gobernaciones, e incluso unas politizadas Fuerzas Armadas Bolivarianas) lo tendrá todo más fácil Maduro que Capriles. Aquel tendrá que consolidar su liderato y reafirmarse como sucesor legítimo mientras se ve compelido a tomar decisiones difíciles y eventualmente contradictorias con el legado que dice encarnar, lo cual podría exacerbar las fuerzas centrífugas en el interior del chavismo.  Y éste, por supuesto, tendría que enfrentarse a los problemas que plantea un gobierno dividido, un ejecutivo sin suficiente resorte en el resto del aparato estatal.

Habrá que esperar para ver cómo asume el vencedor tan compleja tarea. En tres años, gane quien gane, bien podría haber un referendo revocatorio para evaluar su desempeño.

*Analista y profesor de Relaciones Internacionales