Angelino pas joli
La intensa movilización diplomática emprendida por el Gobierno Nacional para apoyar la candidatura del vicepresidente Angelino Garzón a la Dirección General de la OIT; el debate interno que esa postulación ha suscitado; y la contra-campaña adelantada en el exterior por algunos políticos y líderes sociales, dicen mucho sobre la política exterior colombiana y los desafíos que ha de superar antes de convertirse en plataforma para promover efectivamente los intereses del país en la escena mundial.
Toda política es local. También la política exterior, susceptible a la influencia de toda suerte de factores e intereses domésticos, y siempre en riesgo de ser instrumentalizada en función de ellos. Pero todo tiene sus límites, sus justas proporciones. La estrategia de posicionar colombianos en altos cargos de organizaciones internacionales -empezando por aquellas que tienen una compleja agenda aún pendiente con Colombia- para proyectar una mejor imagen del país y afirmar su liderazgo en la región puede ser discutible. Pero arriesgarla sólo para deshacerse del incordio en que se ha convertido Garzón es francamente inaceptable. Ni el servicio exterior ni la burocracia internacional pueden convertirse en la Siberia de la política interna. Una apuesta en la que al final todos terminan perdiendo.
Poco ganan, por otra parte, los sectores que han aprovechado la ocasión para transferir al plano internacional sus desacuerdos y discrepancias con el Gobierno Nacional, mediante intensas campañas de diplomacia paralela contra la candidatura del Vicepresidente. Ninguno de los problemas reales del sindicalismo colombiano quedará resuelto por ese camino, que implica, además, desconocer progresos significativos, aunque aún parciales, en esa materia. Hubieran podido hacer algo más inteligente. Pero están tan acostumbrados al facilismo de la propaganda que les cuesta mucho hacer otra cosa.
En todo caso, más que el lobby antigubernamental de esos sectores, en la Cancillería debe estar preocupando la aritmética del voto. La posición colombiana en el tema palestino -por razonable y coherente que sea- no ha dejado de pasar factura, por ejemplo, entre los No Alineados (por cuya cuenta acabó hundiéndose la candidatura de Eduardo Cifuentes a la CPI). Toda decisión de política exterior tiene sus costos, y es imposible mantener contento a todo el mundo y satisfacer el interés nacional al mismo tiempo. Aunque a veces se pretenda que no, ya sea por ingenuidad o falta de modestia.
En fin. Pobre Angelino Garzón, a quien nadie parece querer en ningún lado. Angelino pas joli, le decían en Ginebra. Al menos para la política exterior, con todas sus precariedades, todavía hay esperanzas.
*Analista y profesor de Relaciones Internacionales