ANDRÉS MOLANO ROJAS* | El Nuevo Siglo
Martes, 18 de Diciembre de 2012

Un año agitado

 

Son  muchos los acontecimientos que a lo largo de 2012 fueron dejando su impronta en la suerte de América Latina.  Este ha sido, sin lugar a dudas un año agitado.

Por un lado, han quedado en evidencia las debilidades de la gran potencia emergente latinoamericana.  No sólo se trata de la desaceleración económica, de su dependencia de las exportaciones de commodities, de la fragilidad de su mercado interno, de su rezago en infraestructura. Se trata también de la corrupción: del caso mensalão, por ejemplo, que constituye uno de los principales lastres del gobierno de Lula y que involucró a casi 40 altos funcionarios del Estado y a la cúpula de su partido, incluyendo a José Dirceu (mano derecha de Lula y ministro de la Casa Civil).

En Argentina el kirchnerismo afrontó un complejo panorama de gobernabilidad que ni siquiera pudo resolver con el manido recurso de exacerbar el nacionalismo mediante la reivindicación, cada vez más altisonante, de las islas Falklands/Malvinas. La nacionalización de YPF -o lo que es lo mismo, la expropiación de Repsol- y el episodio de la fragata Libertad (retenida en Ghana a solicitud de un fondo “buitre” que reclama el pago de 284 millones de dólares por parte del Gobierno argentino) ocupan también su lugar en el balance del año.

La Comunidad Andina de Naciones podría ver acelerada su ya larga agonía si, como parece probable, Bolivia y Ecuador ingresan a Mercosur, al cual también se vinculó Venezuela luego de un polémico procedimiento adelantado aprovechando, sin ningún pudor, la suspensión de Paraguay luego de la destitución de Fernando Lugo -la cual, a pesar de su conformidad con la Constitución y las leyes de ese país-, fue condenada como anti-democrática por el bloque comercial y por Unasur, como si la democracia consistiera en la inamovilidad de los gobernantes.

En México el retorno del PRI al poder representa tanto una saludable alternancia política como una incertidumbre en relación con la posible pervivencia de las viejas prácticas del priísmo en un complejo escenario de violencia y creciente inseguridad pública.

Pero quizá es en Venezuela donde han ocurrido más cosas.  Mientras el chavismo avanzaba en la construcción del socialismo del siglo XXI, el país no sólo se desindustrializó sino que aumentó su dependencia de la importación de alimentos. El asistencialismo ha logrado capturar políticamente extensas capas de la población pero no ha hecho mucho por reducir efectivamente la pobreza. Y la incertidumbre sobre la salud de Chávez planea sobre su porvenir como una sombra que genera tantas esperanzas como aprensiones.

*Analista y profesor de Relaciones Internacionales