El cónclave es la reunión cardenalicia convocada para la elección del Papa, episodio diferente al que algunos estiman tiene que ver con la propuesta que lleva a consideración del Congreso el señor Cárdenas, iniciativa que lisia los intereses económicos de los pobres y la clase media. Se trata, nada más y nada menos, de disimular la “corrupción” de su mandato, como jefe de la cartera de hacienda, sustrayéndole a la moneda circulante tres ceros y con esta audaz estrategia ocultar los desastres que sus decisiones le causaron a la económica de los pobres y, a hurtadillas, proteger a quienes tienen liquidez suficiente para invertir sus capitales en dólares y con esta argucia protegerse de la devaluación que va a generar la maniobra del rematador de Isagén y alcahueta del fracaso de Dragacol, entre sus múltiples antecedentes.
La disposición “cardenalicia” produce la escogencia del Papa, en claustro que tiene como fin que sea una manifestación sabia y honrada. Por el contrario, la propuesta Cárdenas-lisia no es sabia, es audaz, pues cuando se reduzcan los ceros del billete el pueblo ignorante no entenderá lo que a escondidas se pretende, un episodio muy parecido a la devaluación anunciada en el gobierno de Guillermo León Valencia, (1963) para restablecer los “perjuicios” derivados por el aumento del salario de los trabajadores, y el peso se devaluó para quienes no tenían dólares, época de subversión en que el progenitor del alcabalero era empleado de la empresa del petróleo y ganaba diezmos con avemarías ajenas.
La astucia Cárdenas-lisia se resumen en su versión de que “con eliminar los tres ceros de los billetes, el valor de mil pesos pasaría a ser de un peso”. Y claro, la cuantía de desfalcos, producto de la corrupción y el manejo arbitrario de la economía pública, también se reducirán notablemente y así su responsabilidad se disminuirá para ahora y para el futuro.
Entre tanto, los precios de los artículos domésticos y otros más se aumentarán, pues es apenas obvio suponer que el comercio de mercancías se aprovechará para beneficiarse en el mercado de los trastornos de las gentes en el complejo fenómeno. Eso fue lo que ocurrió con Valencia y, claro, el señor Cárdenas no tiene inconveniente en que la historia se repita, pues pueblo que no la conoce está condenado a sufrirla eternamente.
Lo que ahora importa es que el proyecto de ley presentado por el señor Cárdenas se socialice y debata popularmente, de manera que sea el próximo Congreso el que se pronuncie al respecto. Porque una reforma de esta trascendencia, a última hora, es lavarse las manos como Pilatos y avalar la teoría de que la culpa fue del gobierno que terminó y eso hizo tránsito a cosa juzgada.
La disculpa de que es para descubrir las caletas de los narcos es una ridiculez ya que ellos y los capitalistas tienen su dinero ya protegido en dólares o en deslumbrantes fincas en Anapoima.