Se llama “Una vida, muchas vidas”. Vale la pena leerla. No es usual que los actuales políticos colombianos escriban lo que vivieron. Se ahorran críticas y rectificaciones. Han estado tanto tiempo en maniobras o proponiendo leyes que, para lograrlo, como decía Carlos Lleras, lo hacen como las morcillas “saben bien, pero es mejor no contar como se hicieron”. Y a juzgar por las encuestas Colombia está dispuesta a cambiar de dieta.
El porqué de este apetito distinto se debe sin duda al actual régimen, que, al estilo de los borbones, ha incurrido en escándalos evidentes de saqueo al fisco, con toque femenino tipo madame de Pompadour. Aunque en honor a la verdad, la de entonces al menos financió la gran Enciclopedia de Diderot. Según quedó en una pintura junto al libro.
El actual presidente, con el llamado Centro Democrático, se opuso al intento popular de legislar en contra de la corrupción hace años. Ahora el país clama por un cambio. No quiere que lo sigan “abudineando”. Duque resulta ser el mejor jefe de campaña de la oposición.
Petro fue diplomático en Bruselas nombrado por César Gaviria. El embajador de entonces allá, tenía vínculos paramilitares de modo que esa ciudad, que de suyo es la capital del tedio, (perdonen los belgas) no le dio una, en exceso, calurosa acogida al político costeño. También fueron nombrados otros cuatro exguerrilleros del M-19 en Europa, por cuanto los paramilitares y el Das tenían la arraigada costumbre de matarlos…
Petro en ese privilegiado exilio, tuvo ocasión de reflexionar el por qué su movimiento del M-19 se había venido abajo, tras el éxito inicial en la Constituyente de 1991. Llegó a la conclusión, entre otras muchas que están en su libro, que se había diluido por seguir la aritmética de que es mejor sumar alianzas, jamás restar. Al hacerlo perdieron su identidad en esa compleja algebra de la política.
Ahora, en el 2022, esa identidad resalta la inexistencia de los otros precandidatos. En las presentaciones él no necesita atacarlos, solo exponer su programa. En cambio, los demás lo atacan, es decir lo hacen protagónico. Aburren a la muerte a sus oyentes con la obvia tautología de declarase no-petristas, con prolijidad exasperante. La falta de visión les impide convencer al electorado de un plan que no exponen, en su afán por aclarar lo obvio.
Defender a este gobierno podrá dar beneficios inmediatos, pero no convence. Carece de inspiración, de entusiasmo.
El libro de Petro es poco autocritico, aunque lo intenta. La responsabilidad en su relato se lo delega a las circunstancias. Ese lienzo suyo tiene puntos ciegos. Por principio prefiere la administración pública a la privada, sin cortapisas. No se ve a sí mismo y la política que el representó, en perspectiva. Califica, por ejemplo, la toma violenta del palacio de justicia por la guerrilla del M-19, con el eufemismo de “ingenuidad”. De Hugo Chávez opina que fue el fiel seguidor de Bolívar. Y esas generalizaciones son peligrosamente equívocas.