El suicidio de una mujer, quién además le quitó la vida a su hijito de 10 años, y que algunos medios han especulado que además estaba en estado de embarazo, es una triste tragedia.
Algo terrible tenía que sentir la joven madre de 30 años, era cabeza de familia. Había sido desalojada de su vivienda y tenía deudas con el “gota a gota”. Sin empleo, y con muy baja posibilidad de conseguir alguno.
Sin una pareja para compartir la responsabilidad de su hijo, sin apoyo. Acosada por los deudores. No pudo soportar más.
Esta historia es la de miles de mujeres en Colombia. Esto es lo que convierte al caso de Jessy Paola Moreno una alarma para el país. Colombia tiene cerca de 22 millones de mujeres, la cuales representan el 52% de la población según el Dane. El 35% de los hogares tiene como cabeza de hogar una mujer (5 millones de mujeres).
Según la Encuesta Longitudinal de los Andes, las mujeres cabeza de hogar en ciudades pasaron del 35 al 39 por ciento, entre el 2010 y el 2016, mientras que en el campo el salto fue del 18 al 22 por ciento.
Pero estas madres además de estar solas, enfrentan la discriminación de género. Del total ocupados en el país (22 millones), el 41% son mujeres (9 millones). Es decir el desempleo en las mujeres es mayor que en los hombres. Mientras del total de población económicamente activa en los hombres, solo el 6% está desempleado, en el caso de las mujeres es del 12%; el doble. En la actualidad hay 1,2 millones de mujeres desempleadas en el país.
Para agravar el asunto, en las principales ciudades y áreas metropolitanas del país, del total de mujeres empleadas, el 49% está en la informalidad. En el caso de los hombres es del 45%.
Para el año 2017 estimó que las mujeres asalariadas ganan un 7% menos que los hombres. En el caso de las independientes, reciben un 35% menos que los hombres. Según el Dane, la brecha promedio sería del 19%. Una mujer que tiene hijos, no tiene pareja, enfrenta el doble del desempleo, gana 19% menos. Necesitamos generar espacio institucional para que las mujeres cabeza de familia encuentren una mano amiga. He propuesto e insistiré en que el Icbf se convierta en la institución de soporte para las mujeres cabeza de familia y para la familia colombiana.
Hoy el Icbf interviene cuando la familia fracasa. Sueño con una entidad que actúe antes. Que cree habilidades de crianza, que le de opciones de cuidado a la mujer trabajadora: jardines que cubran todo el horario laboral, sitios para que los niños pueden estar mientras la madre trabaja, incluso si tiene jornada nocturna. El Icbf debe ser otra puerta de acceso a los programas sociales del Estado. No solo las encuestas del Sisben, sino las visitas de los defensores de derechos y de los funcionarios deben permitir mujeres en estado de vulnerabilidad, familias en estado de vulnerabilidad.
Hablar de equidad de género empieza por entender que ser madre supone inmensos retos, aun cuando se cuenta con una familia que colabora. Las madres solteras o abandonadas requieren que se las ayude, que cuando estén por darse por vencidas, el Estado actúe e impide que esa familia fracase. Eso es fortalecer la familia. Quiero una Colombia que mire los ojos llenos de lágrimas de las mujeres colombianas, y en vez de juzgarlas, las haga fuertes. Una pequeña ayuda en el momento justo, será suficiente para cambiar las vidas de esas mujeres y esos niños.