Brutalidad policial | El Nuevo Siglo
Sábado, 12 de Septiembre de 2020

Lo más grave de los últimos episodios de violencia policial, que se han venido presentando en Bogotá y en otras ciudades del país, es que no son hechos aislados sino que parecen obedecer a un mismo patrón de conducta tanto de los desadaptados como de los uniformados, Y no solo en Colombia sino en varios países europeos y en los Estados Unidos. En todos ellos la indignación ciudadana toma un espiral de confrontación. Es como si  nadie, en todas partes, supiera manejar sus diferencias en términos civilizados.

Las fuerzas del orden saben mejor que nadie que estos momentos son capitalizados por los terroristas para sembrar el caos y lo único que está quedando en claro es que son los ciudadanos y los inmuebles los que terminan pagando los platos rotos. La viral escena en donde dos policías someten a una inmisericorde golpiza a un abogado es una verdadera vergüenza. Es la proyección de un sadismo desquiciado que solo debe inspirarnos horror y repudio colectivos. No es concebible que estemos en manos de unos criminales sin escrúpulos. Y se supone que son nuestros guardianes y protectores.

Los mandos policiales deben estar verdaderamente preocupados por la horda de miserables que se ha logrado enquistar en la institución. Y lo peor es que los compañeros que llegan al lugar no dan muestras de avergonzarse del criminal insuceso. Y esto ha venido sucediendo por décadas, sin que podamos advertir que las cosas cambian. Por ello y ante esta demostración brutal solo cabe un ejemplar castigo, que sirva de lección a todos los "agentes del orden".

 

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Y si los derechos humanos son violados de esta forma por los guardianes de la heredad, que podremos decir de lo que está aconteciendo por los lados de los antiguos guerrilleros, que hoy pretenden insertarse en nuestra sociedad. Causa indignación la forma tan cínica y descarada como algunos antiguos cabecillas, entre ellos el propio Timochenko.

Su descarada versión que entregó a la JEP niega categóricamente que los farucos hayan reclutado sistemáticamente a menores de edad, hubieran realizado violaciones a la indefensa población civil y hubieran hecho del narcotráfico la principal fuente de financiamiento de su quehacer terrorista,

Esta negación ha sido el denominador común de las declaraciones de todos los insurgentes y va en franca contravía de la confesión y admisión de culpa que reclaman los tribunales de la justicia transicional. El cinismo de Timo y sus secuaces es de tales proporciones  que hace verdaderamente imposible poder creerles en un sincero arrepentimiento y en una promesa de no repetición.

Todo esto contribuye a que esa paz tan necesaria y anhelada por la sociedad colombiana se siga desdibujando en forma por demás dramática. Induce a pensar cómo será la  forma en que todos estos actores se puedan comprometer sinceramente en la consolidación de la convivencia. El gobierno de Iván Duque deberá buscar nuevos compromisos que neutralicen estas imposturas.

 

ADENDA

Lo de Hidroituango no sólo es una catástrofe ambiental sino también moral. "Siquiera se murieron los abuelos" para no ver lo que está hoy ocurriendo en su tierra.