Desde el cielo, Mariano Ospina y Álvaro Gómez Hurtado deben estar regocijados al constatar que el Centro de Estudios Colombianos -C.E.C.- fundado por ellos hace 60 años, sigue dando nuevos y poderosos resplandores, gracias al esfuerzo titánico de sus directivos, -el suscrito con la compañía de Gladys Buitrago de Amaya, Gilberto Caicedo y sus miembros-. Otros directivos de esta institución le aportaron a Colombia el Sena, el Icetex, el Upac, la ciclovía, la justicia sin rostro para combatir el terrorismo y el sicariato, el Ejercito antiguerrilla.
Entre los actos conmemorativos de las seis décadas de vibrante trabajo se condecoraron a los doctores Antonio Cacua Prada, Efraín Cepeda Sarabia y Omar Yepes Álzate. Antonio Cacua Prada, según los conceptos más autorizados, es quizás el primero, entre los mejores historiadores de Colombia. Ha publicado más de 100 libros y pocos han impulsado el periodismo científico con tanta eficacia, como este académico. Nuestro periodismo es la trascendental historia de nuestra atormentada y convulsionada vida democrática. La prensa ha sido toque de rebato, ayer fue irradiación cultural con esos valores excepcionales José Eusebio y Miguel Antonio Caro -padre e hijo-, Núñez, Eduardo Santos, Carlos Lleras Restrepo. La prensa estuvo con nuestros próceres cuando en 1810 lanzaron su grito de independencia, contra la opresión monárquica y también estuvo con los mártires en el patíbulo, al ser sacrificados por defender los derechos y libertades que hoy disfrutamos con dignidad y decoro. Si Cacua Prada inundo su casa de libros, su fiel y brillante esposa, Isabelita Bernal de Cacua, la ha llenado de rosas, fragancias, amor y estímulos.
Efraín Cepeda ha sido el constructor altivo y abnegado de su bien ganado prestigio como líder nacional. A este inteligente guerrero nada le ha sido fácil en la vida. Los electrodos que siempre manejaban la política en beneficio propio, lo avizoraron como un luchador intrépido, incontenible en su esfuerzo y en su voluntad indomable de lograr empoderamiento, para así mismo servir a su comunidad con generosidad y eficacia. Entre sus obsesiones ocupan lugar destacado la defensa de los derechos de las mujeres, de la juventud y de los campesinos.
Omar Yepes desde joven sorprendió por su pasmosa capacidad de lucha. Es de esos troperos tenaces, infatigables, de hierro por dentro y de acero por fuera que le dedican a la política 25 de las 24 horas de actividad a favor de los excluidos, los humillados y marginados. Según Omar Yepes la buena suerte consiste en trabajar mucho, y mientras más se trabaje mejora la buena suerte. Su sencillez recuerda a los orientales, quienes repiten que el bambú, entre más alto más se inclina. Los ríos profundos son los más callados y silenciosos. Este dirigente es de los pocos parlamentarios que primero construye la escuela o el hospital y después si entrega su realización al pueblo que tanto requiere de la protección del estado. No es promesero, ni demagogo.
Santo Tomas de Aquino decía que la política, después de la teología, ciencia de Dios, era la disciplina más trascendental de la humanidad, pues se ocupaba de la felicidad de los hombres en este valle de lágrimas. En una intervención Carlos Martínez Simahan recordaba una importante reflexión de Felipe González expresidente de España: “la tragedia de la humanidad consiste en que los ricos saben construir la torta de la riqueza, pero no la saben repartir; los izquierdistas saben repartir el ponqué de la abundancia, pero no lo saben elaborar. Y el poderoso Churchill en la amara de los comunes comentó: “La política no se inventó para que los pueblos vayan al cielo, sino para evitar que vayan al infierno. Por eso la peor de las democracias es preferible al mejor despotismo”.