Sin lugar a duda, las eliminatorias al mundial y la llegada de la temporada navideña son efectivamente el mejor momento para esconder grandes cambios, renuncias, escándalos o evitar posibles confrontaciones con la opinión pública nacional e internacional.
Resulta y pasa que el gobierno nacional entendió la importancia del ‘momentum festivo’ a la perfección. Duque, que actúa ya como expresidente, buscando chanfa y escribiendo libros que nadie leerá, aparentemente ha comenzado un discreto, pero contundente, viraje diplomático en la postura del país frente al régimen de Nicolás Maduro. Hace una semana, la vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez, anunció con bombos y platillos que el paso fronterizo con Colombia en Cúcuta sería reabierto. Esta declaración de la chavista tomó a más de uno por sorpresa y, para otros, no fue más que otra cortina de humo de Maduro para llamar la atención. Sin embargo, todo cambió cuando Duque, sorprendentemente, correspondió al llamado del ‘gobierno’ que supuestamente no reconoce.
Hombre, ¡tremenda dicotomía! Casi tan confusa como la figura y funcionalidad real de Juan Guaidó.
Porque si algo es seguro, es que el presidente interino tiene un poder nulo. Tan es así, que no tiene la capacidad o autoridad suficiente para haber removido los containers que bloqueaban el puente Simón Bolívar. Por lo tanto, quiere decir que el gobierno del presidente Duque, tuvo que haber negociado con los dueños del aviso mucho antes de pensar siquiera en la reapertura fronteriza.
Esto nos lleva a unas inevitables preguntas: ¿No estábamos en el cuento del Grupo de Lima? ¿No fue el mismo Duque quién bregó y convenció a la región y a los colombianos de que el cerco diplomático y el aislamiento económico de Venezuela nos llevaría a ese objetivo común de derrocar al dictador? ¿Estamos cediendo? ¿Se reconoce que la estrategia instaurada por Carlos Holmes Trujillo (Q.E.P.D) fracasó? ¿Qué pretendemos? ¿Unirnos a los diálogos de la oposición venezolana en México o hacer unos propios?
Las respuestas a las anteriores preguntas están por definirse, pues más allá de las posturas personales, reabrir relaciones diplomáticas y de comercio, es un stand político, un mensaje claro a la región y, en particular, a nuestros aliados en esta cruzada por la libertad.
El mensaje es que, después de dos años de resistencia, todo quedó en nada. ¿Cuál cerco económico y diplomático? Si vamos a volver a comerciar y abrir nuestro mercado, dándoles oxígeno a esos bárbaros. ¿Coherencia y firmeza? El que cede en lo pequeño, cederá eventualmente en lo grande. ¿Con qué objetivo? ¿Satisfacer a Biden y lograr una invitación a cenar en la Casa Blanca? Ciertamente no será por la mejora de Venezuela en el tratamiento de la oposición, sus credenciales democráticas o la transparencia de su gobierno.
Este lánguido viraje pone fin a la chica estrategia contra la infame dictadura. No sorprende en realidad. Duque no tiene propósito ni temple para grandes causas. Lo que no cultive su ego o propenda por su estatus como expresidente le es indiferente.