La Fiscalía y la Justicia Penal de Colombia tiene que ponerse necesariamente a la altura y aun sobrepasar los medios esgrimidos por la delincuencia moderna, para así poder prevenirla o reprimirla con éxito. Así lo ha repetido una y mil veces Eduardo Montealegre. Esto se logrará con una adecuada preparación técnica del personal y un alto concepto de la difícil misión del orden por parte de la comunidad; más que en ninguna otra actividad, en esta se impone la más exigente especialidad para lograr técnicos en la criminalística y afrontar con eficacia a los muy hábiles y recursivos enemigos de la convivencia.
La Universidad Colombia forma al profesional “orquesta”. Es decir, un egresado que sabe de todo. Es un océano de conocimientos con un centímetro de profundidad. Su única preocupación es conseguir un empleo. Un alto porcentaje se incorpora a la Fiscalía y a frentes de tipo jurídico. El anhelo es lograr buenos sueldos. Lo de si se rinde y sobresale en el empleo no es lo fundamental. Un fiscal de 24 años de edad, sin mayor experiencia, asume la enorme responsabilidad de investigar casos complejos. Como su destreza en “criminalística” no es profunda, el expediente crece con vacíos, vicios y fallas incorregibles. De cada cien sumarios 95 se frustran. En buena parte por deficiencias procedimentales. La estadística en este punto es alarmante. Tenemos cerca de tres millones de casos y solo 120.000 presos. De estos un 40% condenados. Una reflexión desoladora surge. O estamos empleando a miles y miles de inocentes, o el sistema es inoperante.
Los ingleses se han destacado en el apasionante tema de esclarecer crímenes horrendos. Aconsejan, para varias situaciones, hacer preguntas claves.
¿Con relación al “quién?” aconsejan. ¿Quién es la víctima? ¿Quién y por qué informó el problema? ¿Quién vio o escuchó algo? ¿Quién tenía motivo para matar? ¿Quién es el posible autor? ¿Quién es cómplice? ¿Quién estaba con la víctima la última vez?
El “qué” genera estos interrogantes: ¿Qué fue lo que ocurrió? ¿Qué elementos entran en el delito? ¿Qué saben los testigos sobre el caso? ¿Qué armas se utilizaron? ¿Qué medio de transporte usaron?
¿El “dónde?”. ¿Dónde se cometió el hecho? ¿Dónde se descubrió? ¿Dónde estaban los sospechosos? ¿Dónde están los testigos? ¿Dónde estaba la victima? ¿Dónde estaban las armas? ¿Dónde vivía la victima?
¿El “cuándo?” ¿Cuándo se cometió el delito? ¿Cuándo se descubrió el hecho? ¿Cuándo llegó la policía al sitio del suceso? ¿Cuándo fue vista la víctima por última vez?
¿El cómo y cuándo? ¿Como se cometió el hecho? ¿Cómo llegó el delincuente al sitio del suceso? ¿Cómo escapó? ¿Como se descubrió el delito? ¿Cuánto vale el daño? ¿Cómo se descubrió todo?
¿El por qué? ¿Por qué se cometió el hecho? ¿Por qué se usaron determinados elementos? ¿Por qué nadie declara?
Hay muchas maneras de interrogar a un sospechoso. Halagándolo, asustándolo, motivándolo, incriminándolo, ¿Haciéndole saber que está perdido? La Ley prohíbe la pregunta capciosa, decir mentiras, para sacar verdades.