CARLOS ALBERTO ESTEFAN UPEGUI | El Nuevo Siglo
Viernes, 3 de Mayo de 2013

Inaceptable remiendo

 

La reelección presidencial en Colombia se ha convertido en un juego de conveniencias según el mandatario de turno, antes con Álvaro Uribe y ahora con Juan Manuel Santos, a cuenta de promover reformas constitucionales a su acomodo.

Desde "cambiarle un articulito" para facilitar la reelección del primero por una sola vez, pasando por una reforma a base de votos según se dijo, negociados por canonjías y prebendas; y más adelante, el intento de buscar un  tercer período presidencial  con la justificación de  contar con el tiempo suficiente para “combatir la subversión”. Ahora resulta que se necesitan dos años más con el cuento de “alcanzar a terminar las negociaciones de paz”. Razones sustanciales que no vamos discutir, pero sí realmente creemos que son inherentes al cargo y no a la persona.

Así las cosas, los motivos de nuestra disertación se inspiran en que si el presidente Santos resuelve ir a la reelección por cuatro años, como todo parece indicar, lo hace sobre una  reforma constitucional supuestamente espuria a la luz de los acontecimientos que todos conocimos.

No aspirar, entonces,  permitiría, darle una lección de grandeza y dignidad al país.  Y si desea repetir, que vuelva a presentarse más adelante. De otro lado, la posibilidad de ejercer el cargo por dos años más, no dejaba de parecer una idea para satisfacer su gusto personal, pues que no se nos venga a decir que la paz tiene como requisito sine qua non, su presencia única y exclusiva.

Es esta una decisión del país, no suya solamente.

Menos mal quedó demostrado que el trámite de una reforma constitucional, en estos momentos, era absolutamente inviable por el tiempo que queda de sesiones del Congreso.

Además, porque que no caló, tanto así que el mismo presidente Santos declinó su propósito de insistir en ello, luego de convencerse de que además de ser inconveniente, no tiene presentación sugerir reformas en beneficio propio. Entre tanto, más aberrante aún hubiese sido la prórroga del período de dos años para alcaldes y gobernadores; y ni se diga, de los congresistas.

 Recomendable sí, una reforma de 6 años, legítima a toda prueba y sin afanes. Por ahora, el período para el cual fueron elegidos todos fue de cuatro años y debe respetarse; dos años más no dejaba de ser un inaceptable remiendo.