CARLOS ALBERTO ESTEFAN UPEGUI | El Nuevo Siglo
Viernes, 10 de Mayo de 2013

La Madre Laura


La santificación de Laura Montoya Upegui es un hecho de gran trascendencia dentro  de la Fe Católica, particularmente por tratarse de un ejemplo de vida para muchos colombianos. Además, de un inmenso regocijo para las monjas de su comunidad, sus devotos y sus familiares, quienes esperábamos este momento.
Anotaba mi madre Olga Upegui, fallecida a los 92 años, nieta de Vicencio Upegui Echavarría, tío de la Madre Laura, que esta era una mujer de carácter recio, emprendedora y activa; una persona "de armas tomar", como dicen los paisas, pero al mismo tiempo justa y de un corazón sensible y generoso.
Dedicó su vida a la educación, a la evangelización y a la  defensa de los indígenas, obra que llevó a cabo con muchas dificultades y que fuera reconocida por el presidente Eduardo Santos otorgándole la Cruz de Boyacá en 1939.
Pero, además, y dentro del marco de unos patrones ancestrales de espiritualidad con los que se nos ha formado, otros parientes de la Madre Laura también han vestido los hábitos para prestarle sus  servicios a la Iglesia y a la humanidad; es el caso de  María de Jesús Upegui Moreno, hermana media de Vicencio Upegui Echavarría y por supuesto tía también de Laura Montoya Upegui,  fundadora de la comunidad religiosa de Siervas del Santísimo y de la Caridad, quien igualmente se encuentra en proceso de beatificación.
Monseñor Luis Upegui Echavarría quien fuera  párroco de la catedral de Medellin;  Rafael Toro Upegui, jesuita, para ese entonces prefecto de la Diócesis de Barrancabermeja; la Hermana Graciela Upegui Sánchez de la Comunidad de San Vicente de Paul; las Hermanas Dominicas de la Presentación radicadas hoy día en la ciudad de Manizales, Amparo Mesa Upegui y Ema Toro Echavarría Upegui, la primera hasta hace poco presidenta de obras sociales Betania; además del sacerdote Alejandro Tobón González Upegui, actualmente Carmelita Descalzo, congregación de la cual quiso formar parte la Madre Laura y que la llevó a crear su propia comunidad de las Misioneras de la Inmaculada y Santa Catalina de Siena, o "Lauritas", descritas por alguien de la época como "cabras montaraces, que  se internan en las regiones de los indios embera, guajiros, arhuacos. motilones, sálivas y cubeos en territorio colombiano"; y que hoy continúan su misión en 19 países de América, África y Europa, en 90 casas y con cerca de 500 religiosas.