Estamos atónitos ante la magnitud de las catástrofes “naturales” que presenciamos a diario. El calentamiento global está ocurriendo más rápido y más ferozmente de lo que los científicos más pesimistas habían pronosticado. Muchos piensan que hemos pasado el punto de no retorno. O sea, que ya es muy tarde para que la humanidad pueda deshacer el mal que ha infligido al planeta.
Pocos oyeron las advertencias de los científicos; menos aún, las tomaron en serio o hicieron algo para prevenir o detener el daño. Hoy es evidente que si no se toman decisiones drásticas e inmediatas el hombre habrá acabado con el planeta y, de paso con su propia existencia.
Rápidamente se están derrumbando peligrosamente récords de temperatura. En 2016, una ola de calor en el estado de Rajastán, India, alcanzó temperaturas de 51.0°C (123.8 °F); más de 160 personas murieron y 330 millones fueron gravemente afectados; en 2017 varias provincias chinas aguantaron temperaturas aterradoras. En Japón, en 2018, una ola de calor superior a los 50°C causó más de 22.000 hospitalizaciones y 80 muertes. En Australia, en 2019, las excesivas temperaturas ocasionaron desastrosos incendios forestales que mataron cientos de miles de animales, algunos en peligro de extinción. Cada año es peor el calor y más lugares se ven afectados; inclusive lugares donde excesos de calor eran desconocidos como Siberia, Finlandia, Groenlandia, Islandia.
Este año, en junio, las temperaturas en el noroeste de USA sobrepasaron los 128 °F (53°C) rompieron, por mucho, todos los récords. Ciudades como Portland 116°F (47°C), Seattle 108°F (42°C), Lytton, British Columbia, en Canadá, 49.6°C (121.3 °F), se declararon en emergencia. Estas brutales temperaturas, acompañadas por sequías excepcionales, han causado incontenibles incendios que arrasan con miles y miles de hectáreas de bosques y afectan a todos sus habitantes humanos y animales, aves, mamíferos, inclusive anfibios que mueren, quedan heridos o sin hogar.
También se han calentado los océanos, causando la muerte de los arrecifes del mundo. Inclusive la Gran Barrera Coralina de Australia ha sido afectada. Con la desaparición de los corales, la humanidad pierde algo increíblemente hermoso y los mares pierden los lugares donde se reproducen la mayoría de las especies piscícolas. He visto a científicos llorar hablando sobre esta tragedia.
El calor está derritiendo los glaciales y los polos a una velocidad superior a la que los científicos habían pronosticado. El tamaño de los polos disminuye y el agua en los mares aumenta de altura, amenazando la existencia de islas y de ciudades costeras. De seguir el deshielo, en pocos años ciudades como New York, L.A., Miami, Hong Kong, Rio de Janeiro, Cartagena, Ámsterdam, por mencionar solo unas pocas, estarán inundadas.
Lluvia “monzónicas” han causado trágicos deslizamiento en todo el planeta.
La catástrofe global se nos ha venido encima a una velocidad muy superior a lo pronosticado. Pensábamos que teníamos hasta la mitad del siglo para corregir nuestros malos hábitos, frenar el crecimiento de la población, el consumo de combustibles fósiles, la polución de los mares, el abuso de las tierras, la destrucción de selvas y bosques, los crímenes contra el reino animal. Luego los científicos adelantaron las fechas a la tercera década del siglo. Hoy, nos advierten a gritos que se nos acabó el tiempo. ¡Es ahora o nunca!