Católicos y vida pública | El Nuevo Siglo
Domingo, 18 de Noviembre de 2018

A todas las sociedades las llevan para alguna parte. Y lo hacen las ideas que se divulgan, que se ofrecen, las ideologías que transforman las ideas en una estructura política de lucha. Pero ideas e ideologías están en las mentes de personas, grupos de pensamiento, partidos políticos, bancadas de congresistas, directivos y profesores de universidades. Están en la prensa, en las redes sociales, en la televisión y todo esto está en manos de personas e intereses concretos. Pensar que la sociedad se mueve por inercia para cualquier lado es muy ingenuo.

La sociedad colombiana siente hoy una tensión interna muy fuerte y pienso que el origen está precisamente en las diferentes corrientes de pensamiento y acción política que se disputan el rebaño. En esa lucha, ¿hay un pensamiento católico en acción o ya no? Digo ya no porque evidentemente estuvo jalonando la historia social y política de Colombia por varios siglos. Hoy daría la impresión de que las ideas originadas en el Evangelio y en la doctrina social de la Iglesia no tienen ni muchos voceros ni mucha fuerza a la hora de decidir para dónde dirigir la nación. Lo que sí se siente con fuerza es la vieja lucha entre unas ideas capitalistas muy fuertes y una creciente ideología de corte socialista que pareciera querer derribar todo el andamiaje actual y subyugar a la sociedad colombiana en algo nunca experimentado entre nosotros. Pero personas de profunda formación en el pensamiento social de la Iglesia, católicos con una concepción de la sociedad para ser impulsada, poco y nada se ven ni se sienten.

No deja de ser curioso que una sociedad tan marcada por el catolicismo, como lo es la colombiana, no pueda decir que tiene en su estructura actual una huella profundamente cristiana. Los hechos y las leyes, dicen bastante lo contrario.  Es como si el católico hubiera abandonado su tarea de darle forma, no solo a su alma, sino a la sociedad en la que Dios lo ha puesto. La academia católica, por referirnos a un sector, no parece estar generando hoy en día una concepción de sociedad inspirada claramente en el Evangelio ni en la enseñanza social católica. La forma como se legisla, las sentencias de los altos tribunales, muchos actos ejecutivos del Estado, parece estar ya en algo muy diferente a una concepción cristiana de la vida en sociedad. Es como si una gran comunidad católica, quizás 40 millones de personas, estuviera raptada por unas ideas e ideologías que no son su forma de pensar y sentir, pero ante las cuales, lo peor, no se ha reaccionado con vigor y seguridad.

Queda la pregunta acerca de por qué el catolicismo colombiano actual resulta inoperante en el orden de las ideas, de las ideologías, de las fuerzas políticas, de las grandes directrices de la nación. ¿Se acomplejó? ¿Es demasiado tímido? ¿Le falta unidad y le faltan conductores? ¿O de todo un poco? En todo caso, siempre que la comunidad católica dejó de influir sobre la cultura, ésta quiso pasar sobre ella y hasta marginarla. La Iglesia en Colombia, todos los bautizados, tenemos en esto una tarea pendiente. Puede que no sea demasiado tarde para hacerla.