Finalizada la cuarentena el país enfrenta las urgencias de la reactivación de la economía, maltrecha después del prolongado confinamiento que vivimos, que empujó a la baja todos los índices de productividad y disparó abruptamente el desempleo a niveles nunca alcanzados desde que se llevan estas mediciones.
La pandemia exigió de los gobiernos nacional y territoriales un inmenso esfuerzo por preservar la salud y simultáneamente mitigar los impactos sobre la economía, en medio de un escenario nunca enfrentado en los tiempos de vida de todos los habitantes del planeta. Exigió el máximo de buen juicio, de innovación y de capacidad de afrontar lo impredecible por parte de todas las autoridades, así como para estimular la prudencia, precaución y disciplina de la ciudadanía.
Después del largo confinamiento es necesario evaluar la gestión realizada por los gobernantes para lidiar con la propagación de un virus mortífero y desconocido y sus resultados sobre la vida y salud de la gente, así como sus impactos sobre la economía de las sociedades a su cargo. Al Gobierno nacional le correspondió dictar las políticas de carácter nacional, pero su ejecución en las entidades territoriales estuvo a cargo de sus respectivas autoridades.
En medio de las disimiles situaciones relativas a los tiempos de expansión del contagio en las distintas regiones y de las diferentes políticas aplicadas por los mandatarios, resulta sin embargo posible hacer un primer balance y avizorar las medidas y objetivos para orientar la reactivación con énfasis en la salud de los ciudadanos.
Desgraciadamente, la ciudad capital, a pesar de haber sido sometida a la cuarentena más prolongada, arroja los peores resultados en todos los aspectos objeto de medición. En términos económicos, presenta resultados lamentables que indican un excesivo deterioro en la tasa de empleo que alcanza un 25%, con una pérdida de más de un millón de empleos, y un detrimento en el ingreso de los hogares de más de 22 billones de pesos. En mortalidad, por millón de habitantes supera ampliamente a todas las capitales del país y, con excepción de Lima, a todas las capitales de Iberoamérica. En el comercio, sigue siendo la ciudad más rezagada del país, resultado inesperado para una ciudad con los mayores ingresos y capacidad de endeudamiento, lo que indica un déficit en la capacidad de gestión de la alcaldesa que muestra una incontrolable propensión a ocultar sus omisiones arropada en controversias que constantemente suscita con el presidente y sus ministros.
Ante la probabilidad de rebrote que Claudia auspicia con el estímulo a protestas teñidas de vandalismo, no se percibe en ella disposición para trabajar en unión del gobierno y empresarios que permita inversión en el empleo y mayores transferencias a los más vulnerables, que estimulen la recuperación de la salud y de la economía. Cuenta con las herramientas para hacerlo, pero no logra dominar las contradicciones que la atormentan entre privilegiar su credo ideológico o atender las responsabilidades de su cargo. Esa incapacidad se torna en pesadilla para los bogotanos.