Este país, tal como lo describe Gabo en su maravillosa obra Cien Años de Soledad, es el fiel reflejo de una nación que se ha formado en medio de las confrontaciones y ambiciones de poder. Nada más parecido a la realidad que ese imaginario pueblo de Macondo que describió García Márquez, al país que hemos y estamos viviendo. La lucha y violencia sufrida entre los liberales y conservadores en los dos siglos pasados, marcó el camino político del bipartidismo, pues más allá de las ideas opuestas estaba el ansia de poder, dominio del territorio y las fuentes de riqueza de la nación, igualmente el control de los tributos y el imperio de la fuerza pública.
Pero en la medida que la democracia fue surgiendo se establecieron las leyes que ambos partidos, a través de las diferentes constituciones, fueron moldeando las instituciones. De ahí que los partidos creados fueron acoplándose al sistema y mientras tanto el país crecía, ya no era un pequeño territorio como el Macondo de la familia Buendía.
A raíz de la maravillosa producción fílmica de Cien Años de Soledad, realizada con mucho detalle, dando cumplimiento a las exigencias del autor y su familia, representada por estupendos actores, guionistas y libretistas, con una inversión multimillonaria, al recrearse viéndola se puede sacar el símil de aquel Macondo de los 100 años, de 1850 a 1950, con esta Colombia del siglo XXI.
Si uno ve la serie y se pone a detallar a los personajes entre el patriarca Arcadio Buendía y la matrona Úrsula Iguarán, como sus hijos y descendencia, así como demás personajes, podríamos ver retratados muchos actores del poder y la política existente.
Me voy a referir solamente a uno: nuestro actual presidente, quien es un émulo (deseo intenso de imitar e incluso superar personas ajenas) del coronel Aureliano Buendía, hijo menor del patriarca Arcadio. Petro, quien fue despertando a las armas cuando su vocación anárquica se manifiesta, al punto que en su época temprana, como lo hizo el coronel Aureliano Buendía de la novela, se convirtió en guerrillero, adoptando por admiración e imitación el alias de “comandante Aureliano”, pues se identificaba plenamente con aquel personaje, llamando a la guerra, con ejércitos de bandoleros que atacaban la autoridad del pueblo.
También otro aspecto que muestra la novela pero que se evidencia más en la serie, son los antivalores de mucha gente de Macondo, como unos pasaban de conservadores a liberales y en algunos casos regresaban, pero no era por soporte ideológico, sino por ambición de dominio, poder y dinero. También la falta de lealtad de unos con otros y algo verdaderamente aberrante como el incesto reinante en la familia Buendía.
El patriarca Arcadio, hombre soñador, un poco iluso, más compenetrado en la alquimia con el fin de crear oro, hasta que terminó delirando amarrado en el árbol de castaño; en cambio su mujer Úrsula Iguarán, toda una matrona de valores y principios que no comprometió, tal como son muchas mujeres colombianas, pero no así sus hijos y nietos quienes daban para un festín de personalidades en la novela.
Si analizamos bien la obra, sea leyendo el libro o viendo la serie, estoy seguro que muchos encontraran esa similitud entre la Colombia actual y el Macondo de Cien Años de Soledad, ya que somos el producto de ese realismo mágico que nos mostró Gabriel García Márquez y que se ve a claras luces en la Casa de Nariño del actual gobierno. Realidad o ficción, el nobel supo interpretar muy bien nuestra idiosincrasia colombiana.