La importancia de una nación reside esencialmente en su cultura. La cultura da colorido, brillo y trascendencia a los pueblos. Es más. Sin cultura es casi imposible dotar a un pueblo de personalidad, individualidad y sentido de pertenencia.
La cultura es un producto social. Es la suma de valores, creencias, actitudes y modos de comportamiento prevalecientes de los pueblos en sus diversos ciclos históricos.
Las embajadas de Australia dirigida por la excelentísima señora Spphie Davies; la de Hungría a cargo del excelentesímo doctor Loránd Endreffry; de la República Checa conducida por el exmo señor Milos Sklenka; de Polonia encabezada por la líder exma Agnieszka Frydrychowicz-Tekieli y la de Rumania, exma señora Anca Diana Radu, patrocinaron un memorable concierto de música clásica en el hermoso Teatro Colón, con una muy nutrida y calificada asistencia. Es bueno, ante todo, subrayar la importantísima tarea que viene cumpliendo el director del Teatro Colón, Maestro Manuel José Álvarez Gaviria.
Esta sala, como pocos centros culturales, dirige y lleva a cabo permanentes eventos de gran significación artística. El director del teatro es incansable y en forma amplia y eficaz patrocina actos que contribuyen a mantener muy en alto el prestigio de esta sala.
En el concierto Centro Europeo “Música del corazón de Europa”, que patrocinaron las embajadas mencionadas, actuaron Alejandro Orellana, en el contrabajo; Adam Zajac, en el violín; Anyango Yarbo-Davenport, en el violín; Urzula Kopytko en la viola; Tamas Balle, en el oboe y José David Márquez, en el violonchelo.
Haydin, Mozart, Chopin, Beethoven y tantos más son gloriosos como músicos geniales. Borges repetía que el cielo sin la música de estos colosos, no sería cielo. Desde los más remotos tiempos, lejos del bullicio y del escándalo de la politiquería, en contacto con lo más selecto del corazón de los pueblos, talentos privilegiados de las naciones europeas han marcado pautas con sus creaciones excepcionales.
La música hace soñar, transporta el alma a las alturas y llena de regocijo el corazón ansioso del ser humano.
Los filósofos hablan de la necesidad de la felicidad social y es el arte con sus creaciones en todos los ámbitos lo que más sorprende e impresiona a un pueblo. La vida esta iluminada por la belleza artística. Un poema, una sinfonía, una escultura, que derroche de alegría para el que sabe apreciar estas manifestaciones singulares.
Claro que la escala de los placeres varía según las personas. Lo que apasiona a unas personas, a otras las deja indiferentes. Hay férvidos idealistas que desprecian la realidad y aman solo lo que sueñan. El hombre consciente de sí mismo no comprende el corazón sin los sentidos, ni los sentidos sin el corazón. La riqueza interior es lo fundamental y allí está la fuente del placer.
La felicidad que proporciona el arte tanto para el que crea una obra como para el que la disfruta, es lo más desinteresado del mundo. De ahí la trascendencia de este tipo de experiencias.