Sin lugar a dudas los desmanes de hace una semana no fueron ningún acto espontáneo, sino el inicio de una persecución sistemática por parte de un sector político a los pilares de una sociedad democrática y libre como lo son: las libertades individuales, las tradiciones y los reservorios morales.
¡Por eso atacaron las iglesias! Porque bien sabe el comunista que un gran desequilibrador u obstáculo para acabar el régimen democrático y lograr el fin autoritarista que sueñan muchos de los que hoy gobiernan, apoyan y fomentan estos colectivos, la religión, es un problema y un objetivo principal como lo es la oposición.
Claramente lo vemos en Nicaragua, país que sufre una terrible dictadura que el gobierno actual y, en especial, el canciller Álvaro Leyva buscan convalidar, salvar y legitimar. Por eso mismo se inventaron cuanta pantomima pudieron para intentar esconder que la inasistencia de Colombia a la sesión que buscaba condenar las sistemáticas violaciones a los derechos humanos, fue una orden directa de Petro.
Pero bueno, mientras el presidente y su canciller nos mentían, allá en ese estado autoritario, el dictador Daniel Ortega continuaba sus esfuerzos de represión a su pueblo y atacaba a la religión católica incendiando sus símbolos más sagrados y persiguiendo a sus sacerdotes que se oponían a su régimen.
Lo anterior no es casualidad, preocupa sin duda y puede que se repita en Colombia si es que no ha comenzado aún, porque aunque sea una práctica macabra, condenable y se sienta lejana o inclusive imposible en nuestro país, lamentablemente, su efectividad la convierte en un recurso invaluable que, tarde o temprano, le permite al régimen que esté en el poder y se sienta acorralado lograr mucho pragmatismo suprimiendo al contrario y acabando con los obstáculos que surjan como la religión, la prensa o la oposición, para así asegurar perpetuarse en el poder.
Es por eso, que estos colectivos violentos saben que quién asiste a la iglesia y es fervoroso creyente o simplemente es un buen ciudadano de a pie, casi todos por lo general, personas tranquilas y cívicas, individuos, que no solo por su fe, sino por sus valores y principios evitarán a toda costa las vías de hecho deben ser rápidamente y constantemente atemorizados para intentar disuadirlos de defender su libertad.
¿Por qué preocupa? Y lamento rozar lo conspirativo, pero al ver las evidencias videográficas de estos eventos se ve claramente la orden de no intervención por parte de las autoridades como sucede con el tema de invasión de tierras y, por el otro lado, escuchamos al ministro de Justicia, Néstor Osuna anunciar como blindará a los vándalos para que ninguna autoridad del orden pueda detenerles en su asonada.
¿A dónde nos lleva esto? A una democracia entre comillas y sin garantías, en donde el gobierno tendrá a disposición colectivos violentos para el trabajo sucio en contra de la libertad y la oposición mientras a la vez utilizará la fuerza del estado hasta donde le permita la Ley. Oscuro panorama, para lo que aún es una democracia.