¿Cómo encuentra el país Gustavo Petro? Hay dos ópticas para responder a esta pregunta: una, mirar la economía desde el prisma de las métricas tradicionales; otra, desde lo social.
De manera muy breve pueden adelantarse las siguientes respuestas: lo macroeconómico está en líneas generales aceptable, mientras la Colombia social se encuentra en situación catastrófica.
El desafío primordial de la nueva administración consiste en encarar -cuanto más pronto mejor- la grave condición social que padece Colombia que debe pasar inmediatamente a la sala de cuidados intensivos. La atención de las tradicionales variables macroeconómicas puede continuar atendiéndose desde el piso de los pacientes en recuperación.
Veamos algunos indicadores. El crecimiento esperado para 2022 es del 6,5%, según pronóstico del último marco fiscal de mediano plazo (MFMP), lo cual no es malo.
La situación fiscal viene mejorando: según el mismo documento que hemos citado los recaudos fiscales se espera que lleguen este año a $220 billones, cifra excelente. Ello se debe, en primer lugar, a la recuperación de la economía, y, en segundo término, a la reestructuración de la Dian y a los buenos resultados que viene mostrando la puesta en marcha de la factura electrónica para controlar las transacciones de manera mucho más rigurosa.
El gobierno saliente cree que este año terminaremos con un déficit fiscal del 5,2% como proporción del PIB y con índices de endeudamiento público que nos ponen en ruta para cumplir con las metas de la regla fiscal.
Sin embargo, el comité independiente de la regla fiscal que acaba de hacer un análisis del marco fiscal de mediano plazo (MFMP), concluye que la casa no está tan ordenada como dijo el ministro de Hacienda que lo estaba y recomienda una serie de ajustes adicionales si se quiere cumplir con las metas de la regla fiscal. El nuevo gobierno -agrega- tendrá que hacer un ajuste fuerte en el gasto público en 2023. O proceder a tramitar una fuerte reforma tributaria como lo que está pensando el gobierno Petro. Es muy improbable que la nueva administración vaya a apretarse el cinturón del gasto social, cuando es allí justamente donde tantos compromisos tiene.
El principal nubarrón en el corto plazo es sin embargo la inflación. El gobierno Duque, que es tan dado a pintar de colorido optimismo todo anuncio que hace, reconoce que este año cerraremos con una elevación de precios del del 8,6% (tres veces más alto que la meta del Banco de la República). A la fecha la inflación de alimentos supera una tasa anualizada del 20%. Y para los hogares más pobres la inflación real sobrepasa el 10%. O sea, la carestía ya se comió en el primer semestre del año la totalidad de lo que fue el ajuste del salario mínimo para todo el 2022. Se espera que en el segundo semestre mejoren las cosas en el frente de la inflación.
Cuando se ensombrece definitivamente el panorama del país que recibe Gustavo Petro es en el ámbito social.
Los índices de pobreza siguen vergonzosamente altos: el 39,3% de la población colombiana está catalogada como pobre por el DANE. Y el 12,2% está sumida en la llamada pobreza extrema.
De acuerdo con las encuestas de calidad de vida que viene publicando la entidad estadística, uno de cada cuatro hogares dice no tener ingresos suficientes para adquirir las tres comidas diarias. Hay física hambre y malnutrición en sectores muy amplios de la sociedad colombiana que continúan viviendo además dentro de la muralla de hierro de la informalidad.
El empleo se ha recuperado menos dinámicamente que el conjunto de la economía. El último dato de desempleo de que se dispone nos habla que a nivel nacional los desocupados son el 11,4%, pero si miramos a los jóvenes y a las mujeres la desocupación supera el índice del 20%.
Si: la economía juzgada por las métricas tradicionales no puede decirse que vaya hacia el precipicio; pero la situación social de la Colombia que recibe Gustavo Petro luce calamitosa. Seguramente el énfasis de su gobierno partirá de esa inquietante realidad.
Dos grandes preguntas quedan flotando: ¿las urgentes medidas sociales se diseñarán técnicamente? ¿Se financiarán sin desquiciar el resto de la economía? Aún no se conocen las respuestas. Esperemos que se diluciden pronto.