Cuentan los evangelios que cuando Jesús llegó al río Jordán para hacerse bautizar por Juan, este le insistió en que debería ser al contrario. Jesús le responde que por ahora cumplan toda justicia, es decir, lo que está establecido. En otras palabras, Jesús le pide a Juan que haga algo “por ahora”, mientras llega el momento en que las cosas sean de una manera totalmente distinta y nueva. Este modo de resolver Jesús la situación es muy interesante porque reúne dos elementos: la usanza que se tenía de una práctica religiosa y, al mismo tiempo, el anuncio de que eso está por terminar pues llegarán cosas nuevas. Pero, por ahora…Esta forma de situarse ante un momento de grandes cambios es interesante y sabio.
Los obispos católicos vienen diciendo hace ya varios años que la humanidad está, no exactamente en una época de cambios, sino en un cambio de época. Y esto se asimila sin dudas a un tiempo de crisis, prácticamente en todo sentido. Por dondequiera que se mire la vida actual, todo está en crisis, todo está sometido a una evaluación implacable, nada se da por eterno y duradero, nadie se compromete con nada más allá de un cuarto de hora, nadie toma decisiones de una vez y para siempre. Todo está en movimiento, como en un terremoto, y nadie se atreve a decir en qué va a terminar todo esto. Matrimonio, familia, religión, política, economía, fronteras, amor, todo está hoy como metido en un caldero que hierve sin cesar, pero no sabemos todavía al final qué quedará como resultado. Crisis generalizada.
Generalmente las crisis pueden dar pie, al menos a dos actitudes. La de los súper optimistas que piensan que en el cambio está la felicidad y les encanta ver caer todo lo viejo y creen contemplar por todas partes el mundo nuevo y perfecto. La de los amigos de la tradición que no quisieran que nada cambiara y pueden atrincherarse hasta la ceguera para que el mundo no sea diferente al que vieron y vivieron Adán y Eva. Unos viven de ilusiones y los otros de recuerdos. Como siempre, hay un punto sabio intermedio. Se basa en los logros obtenidos por la humanidad hasta este momento, el pasado, y desde allí se proyecta lo que realmente puede realizar bien la vida humana, el futuro.
Por eso es que, en épocas de crisis, como la que ahora atravesamos, no se recomienda ni el tradicionalismo inmóvil ni la locura futurista sin brújula. Se aconseja más bien una actitud de “por ahora”, mientras acabamos de ver las cosas buenas del pasado y lo que ya no sirve hoy, y, por otra parte, mientras acabamos de sopesar lo que serían los nuevos caminos a transitar en el futuro con más beneficios para la raza humana. La tentación es desesperar y caer en fanatismo o en locura. No hay necesidad. Sin prisa, pero sin pausa. Por ahora…