A medida que nos van contando lo que sucede a causa del Covid-19 se va llenando el alma de mil preguntas sobre el modo como hemos vivido hasta ahora y en el confortable mundo moderno que ha construido el capitalismo liberal para una buena parte de la humanidad, aunque no para todos.
Mucha gente ha muerto en los ancianatos: ¿estas casas son una solución para los mayores o para la comodidad de las familias que supuestamente no pueden atender a sus viejos?
El gobierno y los ciudadanos hemos dado muchas ayudas económicas y materiales a los más necesitados en este tiempo: ¿Por qué razón teníamos guardado todo eso si hay tanta gente necesitada? ¿Debe haber billones en bóvedas mientras haya gente con hambre?
¿Por qué seguimos administrando la vida de la gente en forma infantil? ¿Por qué enviamos su dinero a fondos de pensiones, a cajas de compensación familiar, a la Dian, “epeeses”? ¿Por qué no se le da al ciudadano todo su dinero y que él lo administre en su buen criterio? ¿Y no es menos infantil la nueva narrativa de los “héroes”?
¿Será muy difícil reconocer que en el estado actual de limitaciones la sociedad comprueba que el menor consumo de alcohol y de drogas alucinógenas mejora la vida de millones de personas, familias y vecindarios? ¿Y que fomentar su consumo no es más que un crimen elegantemente presentado? ¿Y que es una vergüenza que nuestros de departamentos vivan de la ruina de las personas?
¿Todavía tiene dudas alguien medianamente sensato de que la familia, en términos generales, es el gran tesoro de la vida? ¿Y que, por tanto, atacarla es una afrenta a toda la humanidad?
¿No es cierto que habíamos montado o nos habían montado un mundo supremamente caro e impagable y que esto se había convertido en un dogma para ser creído con fe de carbonero? ¿Alguien, por ejemplo, sabe por qué nos cobran el agua?
¿Estamos de acuerdo en que le tenemos pánico a la muerte… como si no creyéramos en la vida eterna?
¿Estamos descubriendo que, sin esquemas, sin horario, sin jefes mandones, sin reloj, sin celular, a la hora de la verdad, no sabemos mucho qué hacer con nuestra vida? ¿Al menos buena parte del día?
¿No es cierto que nos estaban hospitalizando por cualquier motivo? ¿No será cierto que nos han convertido en vacas lecheras del sistema de salud en todas sus formas y presentaciones?
¿Se imaginan a las viejas familias de 8, 10,12 o más hijos, encuarentenadas?
¿Nos ilusionamos con que este tiempo de puertas cerradas revivirá el gusto por la lectura, la conversación, el ocio filosófico, el sueño natural, la quietud, la oración, la escritura, las manualidades, el juego de mesa, la mímica y todo lo que cabe en una casa y familia?
Y, ¿no es cierto que ya estamos hasta la coronilla de la pandemia y la cuarentena y una señora dando órdenes colgada de una camioneta?